martes, 22 de mayo de 2012

Perra

Hoy les voy a contar una historia de verdad. No les prometo que después de leerla van a ser mejores personas, no voy a intentar cambiar sus mundos, ni sus vidas. Esto es, ni más ni menos, una historia.

Esta historia comienza con una hermosa joven de ojos verdes y sonrisa encantadora llamada Victoria. Seguramente, la conocen, me casé con ella hace unos años. Es increíble, pero todavía recuerdo nuestra primera cita como si fuera hoy: un café en Belgrano, muchas risas, muchos abrazos, besos hermosos y una sandalia menos.

- ¡Mi sandalia!- gritó Victoria en la puerta de su casa
- ¿Eh?- la miré desconcertado-
- Me quite la sandalia y la apoyé en el umbral... y...- Victoria buscaba su sandalia en la vereda, su vista se detuvo en la esquina.
- Uy... no- y ahí estaba. Bajo la luz de la calle, cuatro patas de impunidad, una cola movediza, y en su boca, la sandalia de Victoria.

Dicen que las verdaderas historias, las que merecen la pena ser contadas, deben comenzar con el choque de dos universos. No importa cuales, no importa cómo, sólo importa que del terremoto surja la posibilidad de otro pequeño mundo. Un mundo que merezca la pena existir, ser salvado.

- Vení acá- chasqueé los dedos y avance un paso, ella retrocedió dos.
- Pablo, vení, ya fue- a mi espalda, Victoria me llamaba.
- Vení, perrita… vení- avance dos pasos, la perra empezó a correr- ¡La puta madre!

Aquella noche, hubo varios accidentes. Si, un par de mundos chocaron, el de Victoria y el mío. Y también, otro más. No sé cómo sucedió, pero ahí estábamos los dos: corriendo a una perra callejera para rescatar una sandalia. ¡Una sandalia! Si, ahí estábamos los tres.

- ¡Pablo!- gritaba Victoria.- ¡Pablo! ¡Date vuelta!
- No, pero la perra… la sandalia…
- ¡Date vuelta!
- ¿Qué?- Victoria tenía la sandalia en una mano y un paquete de galletitas surtidas en la otra.
- La sandalia la soltó hace una cuadra. Es lo que intentaba decirte…- suspiró.- Dos horas persiguiendo un perro. ¡Sos un cabeza dura!
- ¿No lo ves como un acto de caballerosidad increíble? ¿No te hace caer rendida de amor a mis pies?- pregunté irónicamente.
- Puede ser...- dijo Victoria sonriendo.
- No doy más... como me hizo correr esta hija de puta- señale a la perra que, para variar… siempre me llevaba media cuadra de ventaja, midiéndome. Victoria me ofreció una galletita, yo agarré el paquete.
Genial- miré a la perra y le ofrecí una.- Vení, hija de puta.

La perra vino.

Fue amor a primera vista. Creo que la mirada de Dalia nos atravesó. Si, obvio que se iba a llamar “Dalia”. La rescatamos de la noche y de la calle. Aunque a veces, no puedo definir quién rescató a quién. Luego de una fatal persecución por Belgrano R, terminamos en la plaza de la estación, con Dalia dormida sobre mi pierna.

Dalia es un ser un ser cariñoso, simpático y noble. Es, sobre todas las cosas, una buena perra de compañía y el monumento a la no-inteligencia canina. Lograr que aprenda escasos trucos que otros perros saben por reflejo es una tarea imposible. Dalia no da la patita, no se sienta cuando uno quiere que se siente, no camina al lado de sus dueños cuando sale a pasear. Nada.

Sin embargo, conocer a Dalia es irse con sus dos patitas marcadas en la panza; ella no puede evitar querer llegar a tu mejilla para saludarte. Es mediana pero tiene la fuerza de un toro. En espacios abiertos es el único lugar donde es posible soltarla. Dalia corre como el diablo en círculos alrededor de su dueño, en círculos cada vez más grandes y cuando se aleja demasiado, comienza a hacer círculos cada vez más pequeños... y luego vuelve a empezar. Los abrazos de Dalia generalmente terminan con su cabeza apoyada en tu hombro, con las orejas totalmente hacia atrás, disfrutando del calor de los brazos que la sostienen.

Hace un tiempo, Dalia dejó de dormir a un costado de nuestra cama. No lo hace más, y me resulta extraño. Después de tantos años, ya no tengo que esquivarla si me despierto a la noche.

Ahora, Dalia duerme junto a la pequeña cuna-cama de Constanza.

Esta historia termina acá. Les dije que no era más que una historia, ni más ni menos.

jueves, 17 de mayo de 2012

El final es en donde partí

Acá estamos, en otro viaje.

Abrir el corazón a alguien "desconocido" es un desafío que no todos están dispuestos a vivir. Hay cierta magia en ese intento. Ese desafío que atrapa, que está lleno de incertidumbre. Esa incertidumbre que va de la mano del miedo.

Cuando me decidí a escribir esta historia supuse que no podía ser más feliz, que más felicidad me iba a matar. Les juro que tuve miedo. Me equivoqué. Siempre se puede ser más feliz. Animarnos a lo desconocido, es también animarnos a vivir.

Jugué con el tiempo, con los recuerdos y con las miles de historias que acompañaron mi existencia. Las conecté, recorrí hacia atrás los caminos de mi vida y congelé los recuerdos. Me di cuenta de algo muy interesante: logré convertir el pasado en un presente permanente. Me reí en la cara del paso del tiempo, rescaté recuerdos increíbles. Pero sobre todo, descubrí la importancia de situaciones y personas que durante mucho tiempo estuvieron escondidas, personas hermosas y no tanto.

Este es otro viaje, es el momento de congelar más recuerdos para seguir dándole forma a mi vida. Faltan historias, claro que sí. A veces pienso que estoy armando un rompecabezas, falta tan poco para terminar, pero no. Las piezas se multiplican. Es una ruta que se atomiza en miles de caminos, en miles de páginas, siempre son páginas. Hojas que pelean contra el tiempo, hojas en contra que luchan a muerte con unos pocos minutos solamente para ganar dos o tres líneas más.

También es el momento de confesar que como padre soy un fracaso, que no es divertido; pero que es tan maravilloso que hay material para otro blog, otra historia, otra vida. No se preocupen, eso no va a ocurrir. Por ahora.

Mientras me convertía en padre y maduraba un montón de aspectos de mi vida que pensaba ocultos, surgieron dos propuestas para convertir este blog en libro. Me lo planteé, lo consulté con mis seres queridos, tarde mucho en decidir y nunca estuve del todo seguro. Fue un gran “no”, ellos se cansaron de esperar y yo no podía tomar una decisión que me implique dedicarme de lleno al proyecto. La publicación y todo ese proceso implicaban un montón de factores a los que no podía dedicarle tiempo. No me cuestiono esa decisión, a este lugar le falta mucho todavía.

Este año las reglas las intento decidir yo, seré dueño y señor de mi tiempo para darle forma a ese libro que algunos quieren y yo todavía no terminé de organizar.

Nos vamos a divertir, les juro.

lunes, 16 de abril de 2012

No se puede vivir del amor

- Diego... ¿Cómo estas... hijo de puta?- sonreí.

Diego abrió la boca y se congeló al instante. Nunca conocí a un tipo que tuviera más huevos que Diego. Todavía me acuerdo cuando rescató a Lucinde en Retiro, fue increíble como se trompeó con el secuestrador. Fue impresionante. O cuando -literalmente- corrió un auto pensando que era el suyo, aquella noche de los brownies con marimba. ¡Corriendo detrás de un auto, entienden! Siempre fue un tipo que era mas de hacer que de decir, de no pensar en las consecuencias. Por eso, en cierta forma, toda la situación que –en primera instancia- parecía robada de la peor novela de las tres de la tarde, no me parecía nada rara. Viniendo de Diego, claro.

- Diego... ¿Cómo estás... hijo de puta?- nos miramos, no dijo nada. Lo abrace, me sentí un pelotudo. - ¡Tanto tiempo, boludo!

Otro recuerdo, la mamá de Diego y sus historias. Esas historias aterradoras que siempre se guardaba para la noche previa a nuestro campamento en Areco. Las historias del geriátrico donde laburaba en aquel entonces. Todas las risas y los miedos, todo junto.

- Pablo…- dijo Diego, tenía la espalda transpirada como una siesta misionera.- ¿Cómo estas?
- Bien… Rebien…- mire a Jorgelina, le di un beso. Ella seguía usando el mismo perfume: Fiore de Carolina Herrera.- Pecas… ¿Cómo estás? ¿Cómo están, chicos?
- Hola, Pablo... Que... lindo... verte.

Y el silencio. Fue todo tan rápido que ahí estábamos, a un paso del abismo, tragando palabras que formaban el silencio más incomodo del mundo. Les juro. Alguien tenía que decir algo. Ya habíamos robado todas las frases del Manual de Encuentros Fortuitos. La realidad es que ellos estaban esperando “algo”, me conocían demasiado bien los dos. Algún comentario chistoso, irónico. Ellos, en cierta forma, me estaban regalando “ese” momento. Sin embargo, lo deje pasar, lo perdí. No jodamos, era uno de mis mejores amigos con una de las mujeres más importantes de mi vida. ¿Por qué mierda tenía que ser yo el que diga algo?

- Pecas y yo estamos saliendo, Pablo- dijo Diego, sin anestesia. No me pudo sostener la mirada, genial.
- Es un larga historia- ella, por el contrario, me perforó con sus ojos claros. Atrevida.
- Estoy a las corridas ahora- era cierto. Les juro que era cierto.
- Me imagino- dijo Diego.- ¿Cómo está Victoria? ¿Cómo va todo?
- En una semana, ya tenemos fecha. Es probable que sea por cesárea- sonreí.- Constanza se llama.
- Me alegro mucho, Pablo. Que genial que todo siga bien con eso- Diego me regaló una sonrisa super sincera. Así era él, nunca pudo ocultarle sus sentimientos a su cara. Era lo genial de Diego, mitad simio, mitad cordero, mitad león.
- Constanza es un lindo nombre- murmuró Pecas, con un rostro indescifrable. Aunque conociéndo su historial de revelaciones en los momentos menos oportunos bien podría haberle parecido un nombre de mierda.

Nos despedimos en ese mismo instante prometiéndonos un café, una salida, una visita. Por largos meses, ninguna de las tres cosas se cumplió. No volví a ver a Diego por mucho tiempo, ni siquiera vino al hospital cuando nació Constanza.

Nuestro grupo de amigos sufrió una pequeña división: los “extremistas” del amor no iban a aceptar jamás que Diego salga con Pecas y los “amistosos de siempre”, los chusmas, los obsecuentes del amor, probablemente aceptarán eso y alguien programará un par de salidas junto a la feliz pareja. Prefiero evitar mencionar que amigo estaba en cada grupo.

No me da vergüenza admitir que Pecas fue una de las personas más importantes de mi vida. Fue, es, lo que sea. La veo y quedó hipnotizado por los recuerdos, buenos y malos. Malos y malos. Alegrías y tristezas, y más tristezas. Pero también amor, un amor raro, extraño, entrañable. Inolvidable, como una grieta en un ropero viejo.

Si quieren saber más, Pecas le rompió el corazón a Diego. Pero esa ya no es mi historia, no me corresponde. Me enteré una noche de primavera, el año pasado, mientras Constanza dormía sobre mi pecho.