domingo, 1 de mayo de 2011

Aún estás en mis sueños

Siempre supe que “mi vida” junto a Jorgelina Pecas había sido una seguidilla de momentos robados. Si bien hubo espacios para sentirse bien y disfrutar de su compañía; muy pocas veces uno podía dormir tranquilo. Con el “huracán” Pecas, como le decían mis amigos, nadie aseguraba nada. Nuestros “momentos” podían tener la duración de un verano, un solsticio o un lustro de meses. Momentos hermosos e intensos, tan intensos como la sacudida de todo mi mundo alguna mañana. Durante nuestro tercer round la adrenalina era hermosa, vivir cada día como si fuera el último era genial. Pero claro, sólo hasta que llegaba ese último día y el piso se sacudía.

La tierra temblaba, ella desaparecía. Pecas regresó de Nueva York hace algunos años; mas precisamente durante el cuarto año de mi noviazgo con Victoria. Había viajado a La Gran Manzana para hacerse cargo de un restaurante latino; volvió con el dinero de su venta bajo el brazo, feliz, radiante, magnífica. Como en aquel entonces, yo todavía vivía solo, el encuentro en el hall del edificio con Victoria fue inminente. Por suerte, Victoria no le dio demasiada importancia.

Los años pasaron y mis encuentros con Pecas en el edificio eran cada vez más esporádicos, hasta desvanecerse por completo. Un mes antes de casarme la encontré en el ascensor, caminamos por Acha hasta Monroe, y en la puerta de Palmi le anuncie mi casamiento. Ella se sorprendió, supongo que gratamente. No sé por qué, yo sentí que me quitaba un gran peso encima. Luego de aquel encuentro, Pecas desapareció complemente.

Recuerdo que aquel día, mientras nos despedíamos tuve un sentimiento que resumía todos mis momentos con ella y con Victoria, la comparación inevitable. Cuando estábamos juntos con Pecas siempre tenía la extraña sensación de estar peleando por tener un espacio en su vida. En cambio, con Victoria era distinto, ella me hizo un lugar, me regaló su vida, esa fue la gran virtud. El mérito de Pecas era otro, sin duda: ella podía entrar y salir de mi vida en un parpadeo. Así fue siempre, y lo hacía con la impunidad que le daba el destino.

Jorgelina Pecas regresó a mi vida hace un mes; precisamente, una semana antes del nacimiento de Constanza.