viernes, 29 de octubre de 2010

El rito

Durante los cinco años del secundario tuvimos un ritual: la noche anterior al viaje, nos quedábamos a dormir en la casa de Diego.

En este punto, comienza la historia que quería contarles. Es una “no-historia”, no se ilusionen, y disfruten los recuerdos. Disfruten del abanico de historias que vendrán, las que fueron y son las instantáneas de mi memoria. Las fotos que quedan.

Me acuerdo que dormíamos amontonados en la pieza de Diego, escuchando el sonido de una radio que entraba por la ventana. La música llegaba del caserón inmenso que había junto a la casa de Diego. Era un geriátrico; y lo fue hasta que el trazado de la nunca construida Autopista 3, expropió todas las casas de Holmberg y Monroe. Los que vimos el desalojo del geriátrico guardamos ese recuerdo en un lugar muy oscuro de nuestra memoria. Pero, por ahora, la historia del geriátrico no es importante.

Lo más importante del geriátrico fue que allí, trabajaba la mamá de Diego, y siempre tenía alguna historia para contarnos.

Durante años, la noche del primer viernes de febrero, esperábamos ansiosos escuchar estas historias. El sábado a primera hora, salíamos hacia San Antonio de Areco, sin haber pegado un ojo en toda la noche. Si hay algo que sabía hacer bien la mamá de Diego era contar historias, siempre sospechamos que era mas que una simple enfermera.

En la mayoría de los relatos siempre había un viejo escondido por ahí, una mano arrugada que te acariciaba mientras dormías, el olor a crema que se percibía en el aire... todo funcionaba y creaba un clima perfecto. Teníamos miedo, la mamá de Diego sabía contar historias.

- ”El gato que no dormía con nadie”- murmuré cortando el silencio del viaje.
- ¡Hijo de puta!- Diego soltó una carcajada.- ¿Cómo te acordás?
- No, no...- corrigió Pato desde el asiento de atrás.- Era “El gato que nadie quería a sus pies”.
- ¡Es verdad!- Pato iluminaba mis recuerdos.- Que grande tu vieja, Diego.

Fue increíble ver como, veinte años después, todos nos acordábamos las mismas historias y todos les habíamos puesto los mismos nombres. "El gato que nadie quería a sus pies", "El viejo que se creía Johnny Weissmuller", "El señor que nunca supo de qué murió", "La silla de ruedas y el cuadro de Rosita", "Descanse en paz, Señor Benavides", “La nieta invisible” y alguna más, fueron algunas de las historias que nos regalaba la mamá de Diego. Todos recordamos la historia del gato como la que más miedo nos dio. Pero como les dije, esas son historias que no vienen al caso, por lo menos ahora.

El viaje fue tranquilo, cada vez faltaba menos.

4 comentarios:

Mariana dijo...

"El gato que nadie quería a sus pies", que guacho. Ya quiero escuchar esta historia. Excelente post, me encanta leer algo así a la mañana con un cafe. La mejor forma de empezar el día. Buen finde, Pol.

sofía dijo...

Me entantan las anécdotas y las historias, ¡no podés dejarme así con la del gato! Intriga pura.

Malco dijo...

Che me quedé con ganas de saber la historia del gato.
no creo que me asuste, cualquier gato es bienvenido en mis pies!

Georgia SinClaire dijo...

jaja.. Ay dios.
"El gato que no dormía con nadie o que nadie quería a sus pies"

Me mató "el señor que nunca supo de qué murió"

si son historias que vienen al caso :P jaja

En fin.
Saludos.