viernes, 30 de octubre de 2009

Espía de Dios

Lo bueno de comer mucho helado es que tiene calcio, y el calcio hace que se quemen más calorías... con lo cual, no fue necesario ir a correr ni nada. Así que, repito, el helado no engorda. Lo malo es que comer helado a las cuatro de la tarde, te pone en un estado de sueño casi profundo.

- ¿Por qué ya no vamos mas al cine, Pablo?- pregunto Maqui.
- ¡Tío!- grite, despertándome.
- ¿Por qué ya no vamos mas al cine, tío?- rezongó.
- No sabía que querías seguir yendo al cine conmigo- especulé.
- Estaba bueno. ¿No, Mica?- Mica todavía no había terminado su helado.
- Si, tío, estaba bueno.
- Y hace unos años, si- respondí
- ¿Y ahora por que “no esta bueno”?
- Porque antes vos y Mica eran más chicas. Digamos... más... más...
- ¿Más nenas? ¿Mas pendejas?
- Claro, más "nenas". Crecieron muy rápido.
- Mi vieja dice que no salimos más con vos porque antes "parecíamos tus sobrinas", y ahora "parecemos tus hijas".
- Que simpática mi hermanita, la puta que la parió. Por esta vez voy a estar de acuerdo en que la sigas llamando “vieja”.
- Maqui tiene razón- murmuró Mica.
- En realidad, yo creo que siempre nos viste como un poco "tus hijas"- concluyó Maqui.
- Para, pendeja... ¿Te recibiste de psicologa y no me enteré? ¿Qué tenes? ¿30 años?
- ¿No pensas que a tu edad deberías estar de novio "bien"?
- ¡Estoy de novio "bien"!- esta era una de las razones porque no quería quedarme cuidándolas.- ¿Y qué mierda es estar de novio "bien"?
- Estar de novio “bien” es como estar casado. Es lo opuesto a estar de novio "mal" y exactamente lo inversamente proporcional a "no estar de novio".
- Bueno, entonces yo estoy de novio... "bien". Y me voy a casar, Maqui.
- ¿Y cuando te casas?- preguntó Maqui.
- Jajaja...- risa nerviosa.- Jajajajaja...- más risa nerviosa
- ¿Cuándo te casas, tío?- Mica se subió al interrogatorio.
- No se, en enero... ¿Por?- sabía queme iba a arrepentir de preguntar.
- Porque ya estas grande- respondió Maqui.
- Maqui, hay mucha gente que se casa hasta muy grande.
- Si, pero yo creo que cuanto más rápido te casas, más rápido formas una familia. Además, el hombre casado es más...- la cabeza de la pendeja iba a mio.- “Mas grande". Maduro. Si querés tener proyectos, tenes que estar casado.
- Tu vieja no esta casada- maldita pendeja sabelotodo.
- Mi mamá ya esta recibida, no necesita proyectos...
- Yo también estoy recibido.
- ¿Tenes hijos? Con Mica queremos primos...
- Es verdad- respondió Mica.
- Por eso, tenes que casarte, tener proyectos...

- Bueno, espera... San Expedito tuvo muchos proyectos, y no estaba casado. Jesus, también.
- Jesus podía hacer milagros.
- ¡Yo también!
- A ver... ¿Qué podes hacer?
- Bueno...- apoye el pote de helado en la mesa ratona y fui caminando hasta la puerta de mi cuarto.- Puedo... puedo... ¡puedo desaparecer!

Y me encerré en mi cuarto, mientras podía oír la risa de Mica y el malhumor de Maqui.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Vamos al ruedo

La semana pasada Pilar y Victoria fueron de compras. Me gusta que Pilar y Victoria tenga una buena relación, creo que tienen mucho en común. Lo malo es que tuve que hacerme cargo de Mica y Maqui. Cuando eran mas chicas no me molestaba tanto, teníamos nuestro gran momento de sábados a la tarde y algún que otro favor a Pilar durante la semana. Pero crecieron... y ahora es una tarea que requiere: temple acero, tranquilidad hindú y mucha paciencia.

- ¡Tío quería saber si...- Mica entrando a mi ex cuarto, el del armario intocable.
- ¡¡¡Paraaa!!! ¡¡¡Me estoy vistiendooo!!! ¡¡¡Golpea la puerta!!!- en realidad estaba vistiéndome porque en cuanto llegaran mi hermana y mi novia tenía que salir corriendo para el Estudio.
- ¡Perdón!- Mica, cerrando la puerta.
- Bueh, pasa...
- Vamos a pedir helado. Maqui pregunta si queres.
- No, no quiero... ¿No te das cuenta que estoy a dieta?
- No.
- Para, ¿no me ves más delgado?
- Algo...
- Es por no comer helado, Mica. Dieta, correr, gordo, rollos a los costados, antes no, hace tres meses que no salgo a correr, dieta, correr, estado físico... casamiento.
- Ehmmm... ¿pero entonces no queres?
- ¡Nooo!
- Bueno, porque yo me iba a pedir de los gustos que a vos te gustan igual...
- Espera, espera... a ver... ¿cuáles son los "gustos que a mi me gustan"?
- Dulce de leche granizado, vainilla y limón.
- ¿Y por qué?
- Si. ¿No te acordás que vos me los hiciste probar? Una vez en Triunvirato, yo me acuerdo y de ahí que me gustan...
- ¡Pero que tiernaaa!

Media hora después disfrutábamos de un kilo de helado, tirados los tres en el living de casa.

lunes, 26 de octubre de 2009

Demoliendo hoteles

Dicen que los meteorólogos, comenzaron a utilizar los nombres de mujer a la hora de bautizar tormentas famosas, por el carácter imprevisible y violento de las mismas. De las mujeres, no de las tormentas. Bueno, de las tormentas también.

- ¿Cómo se va de nuevo?- se indignó Gabriel.- ¿A dónde?
- A Chile.
- ¿Hay que llevarla al aeropuerto?
- ¿Sos boludo? Ni en pedo, Gaby.- apreté el tubo.- Que se curta.
- El Huracán Pecas- murmuró Gabriel.

Lo bueno de la tecnología es que siempre posibilita que haya un amigo cerca. Es bueno estar rodeado de personas, así... a la furiosa distancia de un click de MSN o de una tecla de discado rápido de celular.

- Pero que loca de mierda... es un huracán la mina. Viene hace kilombo y se va. ¿Y ahora que le picó?
- ¿Viste que ella es abogada? Parece que la mandaron a un Congreso de abogacía, todo pago... onda master en algún tipo de legislatura zarpada.
- Dale, boludo, esas cosas no existen.
- Yo pienso lo mismo, pero la mina se va.
- Chamuyo, Pablo, chamuyo.
- Y si... que se yo.
- Ah, pero... ¿vuelve? Por ahí se pone de novia con un chileno y te avisa a los 3 meses...
- ¡Pero que hijo de puta que sos, boludo!- pero me reí, y eso estuvo bueno.- No, porque la envían a ella para instalarse y de paso, tomar clientes de allá. Parece que este Congreso es importante y el buffete donde labura la quiere allá.
- No tiene sentido, Pablo.
- ¿Vos sabés como laburan las grandes empresas?
- Es un Buffete de abogados, no es una gran empresa.
- Es un Buffete de abogados, que labura para una gran empresa. La empresa les paga un viaje de Master para que se queden allá los que quieran y consigan clientes.
- ¿Ella quiere?
- ...- silencio incomodo.- Obvio que quiere. ¿Vos no te irías a laburar a España si te llaman de El País?
- ...- silencio incomodo, touché.- Viéndolo así. Y... ¿cuándo se va?
- Dentro de dos días- suspiré.

Fue la última semana de enero del 2003 cuando un terrible huracán azotó los cimientos de mi vida sentimental nuevamente. El elevado número de destrozos fue favorecido por la fragilidad de las construcciones sentimentales -el corazón- y la falta de aviso previo. Cuando ocurren estos desastres naturales sólo hay una solución: es tratar de salvar lo que se pueda y -sobre todo- al único sobreviviente.

Y eso fue exactamente lo que hice, como pude.

sábado, 24 de octubre de 2009

Dos edificios dorados

Mientras Pecas dormía sobre mi pecho, tome la decisión de recibirme lo antes posible. Y cruzara la puerta de Sociales con la Tesis aprobada, iba a tomar un curso de cata de vinos. Lo segundo que iba a hacer es averiguar qué carajo son los arándanos y por qué son tan ricos cuando se los mezcla con alcohol.
Leñoso y seco, con suave sabor caramelo- murmuré, mientras levantaba las copas de la mesada y las tiraba en la pileta.

Encendí un cigarrillo y mire el amanecer. La orientación de mi departamento es genial, muy luminoso. Minutos después, Pecas me abrazó por la espalda.
- Te extrañe...- dijo en un susurro.
- Yo también.

Estuvimos abrazados un largo rato. Fue genial.

La primera vez que estuve con Jorgelina Pecas le abrí mi departamento, y mi pequeño mundo de miedos. La segunda vez, la deje entrar al poco accesible mundo de mis amigos y paso la prueba.

Cuando regresó de Italia, le abrí las puertas de mi casa, conoció a mi familia, enamoró a mi vieja y a las mellizas -aunque fueron muy cautas- a fuerza de rebeldía (a Paz) y mujer de mundo (a Patricia).

Aquel año, cuando pasó a buscarme para ir a festejar año nuevo con mis amigos, mi vieja le ofreció las llaves del depto de Necochea. Fueron unas vacaciones hermosas.

Y fue durante la última semana de enero del 2003, cuando Jorgelina Pecas se convirtió en el Huracán Pecas.

viernes, 23 de octubre de 2009

La gente es la misma

¿Es la belleza el atributo más importante que una mujer tiene? La respuesta políticamente correcta sería “no”, pero si la belleza no es tan importante, ¿por qué los tipos vamos caminando por la calle y nos damos vuelta mirando el primer culo bonito que se nos cruza en cada esquina?

Por ejemplo, si yo voy por la calle gritando “¡no se jugar a la Escoba de 15!” (pongamosle, “¡poker” para internacionalizarlo un poco) nadie diría nada. Ninguna mujer se quejaría de eso porque –evidentemente- saber jugar bien a la Escoba de 15 o al Poker, no es un atributo indispensable. A ninguna mujer le importaría eso a la hora de salir conmigo. Ahora, bien, si yo voy por la calle gritando “¡me estoy quedando pelado desde los 18 años!”, “¡soy feo, pero simpatico!”, la cosa cambia.

Esto es una admisión tácita de que el aspecto es realmente lo más importante siempre. Y así lo fue para mí. Porque si bien, uno no nació muy agraciado por la naturaleza, soy un tipo con chamuyo simpático y eso siempre me sumo a la hora de hacer… una escoba de 15 (o un Poker).

- ¿Cuándo llegaste, Pecas?- pregunté sosteniendo el tubo del teléfono entre la oreja y el hombro, mientras buscaba el sacacorchos.
- Ayer, dormí todo el día. ¿Cómo estas, Pablo?
- Rebien… ¿vos?
- Rebien…- silencio incomodo.- Pablo… te extrañe.
- Me imagino… ¿Ya te casaste?- jugué con el sacacorchos en mi mano.
- No seas boludo.
- Pregunto en serio… No me digas nada, le hiciste lo mismo que a mí. Cortaron por teléfono. ¡Ya se! Le dijiste que te salió una beca en… ¡Argentina!
- Sos un forro.
- Que triste historia de amor… No, en serio, me alegro que estes bien, me alegro que hayas vuelto.
- No parece. Si te hubieras alegrado, me hubieras invitado a tu casa- suspiró y tiró las palabras mágicas.- ¿Bajo en cinco?
- No…- sonreí.- Baja ya.

Un minuto mas tarde, Pecas golpeaba la puerta de mi departamento.

- ¿Estas mas gordo?- Pecas, radiante.
- Y vos mas pelirroja…- cerré la puerta y nos abrazamos.

Amanecimos juntos… de nuevo, y así -otra vez- volvímos a empezar.

martes, 20 de octubre de 2009

Canción del dos por tres

Luego de terminar mi relación con Elizabeth Veterana medité. No me refiero a meditar a un nivel trascendental; sino a la clase de meditación que nace cuando te das cuenta que estas solo y que no queres estar solo.

En aquella época, solamente Diego y Richard estaban sin pareja... y la verdad, algunas salidas estaban buenas, pero la combinación Diego/Richard/Pablo era una mala triangulación sin un Patricio/Martín/Gabriel/Alejandro en el medio, a lo sumo un Agustín para incordiar. Digamos, la pasábamos bien, pero Richard es poco divertido, Diego es muy divertido y yo... yo soy el tipo de Tequila Sunrise tarareando al canción y bailando solo. Bailando solo, sin querer estar solo. Y pensando, ojalá esa mina me hable.

Esa es la realidad, solamente funciono si me encaran o si siento que no tengo nada que perder. Y eso es por una sencilla razón: Sandra MuchoTiempo. Ella me quito el amor, desde siempre. Se que suena muy oscura la frase, pero en esa época yo sentía que me había enamorado una sola vez en mi vida (iluso), y que no quería volver a arriesgar. Y les aseguro que ya había pasado mucho tiempo de lo Sandra.

La mayoría de las mujeres que vinieron después cayeron por el encare torpe y chistoso, porque estaba borracho, porque no tenía que perder, o porque supe generar un buen clima para robar un beso. Siempre intente estudiar a las mujeres, un poco por precaución, otro poco para no sufrir. No les voy a mentir, lo de Sandra me hizo mierda. Me costó demasiado remontar mi vida, fue una lucha constante entre “no tener ganas de hacer nada” a “dedicarme a estudiar a full”. Logre salir gracias a mis amigos, a Pilar y a que yo siempre fui un tipo super feliz (el boludo feliz). Así que era solo cuestión de tiempo, agarrar esas sogas que me tiraban y volver a salir a la superficie.

A partir de entonces, nunca fui de hacerme demasiado lío por nada. Y acá es cuando llegamos a Jorgelina Pecas. Luego de una primera ronda donde -gracias a mi poco compromiso- ella decidió que era mejor no vernos más; y nos volvimos a encontrar para en el partido de vuelta. En el Clausura, Jorgelina fue local, tuvo el total manejo de la relación y yo estaba feliz de eso sucediera. Era una mina de mi edad, con mis mismas motivaciones. Progreso profesional antes que sentimental, pero sin dejar de lado los abrazos. Y gracias a eso, estuvimos casi 6 meses de novios. Al séptimo mes, Pecas decidió irse a Italia por una beca de estudios. Meses más tarde, se puso de novia y ese fue mi punto final. Las relaciones a distancia no funcionan nunca.

En octubre del 2002, llegué a mi casa -extrañando las revolcadas espectaculares con Elizabeth Veterana- meditando boludeces y sin otro proyecto que mirar algún capítulo viejo de los X Files, fumar medio paquete de cigarrillos y devorar un kilo de helado tirado el sillón. Era un buen plan, por lo menos no me gustaba tejer como a mi tía solterona. Eso hubiera sido peor.

Baje del ascensor y encontré una bolsa de papel madera sobre la alfombra de mi departamento. Y una tarjeta.

“Vos sos una persona muy especial para mi. Nunca te voy a olvidar. Y nunca te olvide.

J.

PD: Era eso lo que te quería decir, pero no volviste a llamar.”

En la bolsa había un vino blanco de arándanos, cosecha italiana. Jorgelina Pecas había vuelto a la ciudad.

domingo, 18 de octubre de 2009

Llegando los monos

Esta es una historia triste. Bienvenidos a la play Disney’s Jungle Book. Localidades agotadas. Yo quería ser Bagheera (la pantera). ¡Tenía el color para hacerlo! Pero no, además Bagheera era mujer. Agustín, como Shere Khan (el tigre), estaba perfecto. Habría logrado perfección una mirada desafiante y movimientos soberbios e impetuosos. Con el correr de los años, nos dimos cuenta que Agustín –efectivamente- era así en realidad. Todos estaban perfectos.

- No esta tan mal, Pablo- dijo Patricio, apoyando su mano de Baloo (el oso) en mi hombro.- Quedo buenísimo el disfraz... ¿Vino tu viejo?
- No... no vino; mi vieja y Pilar vinieron nada más- respondí.
- ¡Pablo! ¿Qué haces acá? Anda a practicar el texto con los demás monitos- Ms Boomer corría agitada por el backstage. No le hice caso, la vimos perderse entre bambalinas.
- Che, ¿se dieron cuenta que no hay un “león” en la película?- Martín, un poco triste.
- Tampoco hay más monos- le dije.- Y podrías estar en el mismo grupo con el Colorado. ¿Ves que lo mío es peor?

Los tres miramos hacia un costado donde estaban el Colorado Mattiuzi y sus amigos idiotas (el grupo de adelante), pegándose y gritando como si fueran monos de verdad, saltando por todos lados. El casting mental de Ms Boomer había funcionado a la perfección.

La gente se reía de las gracias de todos. En determinado momento de la play, la mayoría de los “animales” se corrían a un costado y dejaban paso a la entrada de los “monitos”. Teníamos una única escena: los “monitos” entraban, decían un verso, levantan un brazo en alto, giraban y se iban saltando. Esta escena tenía ser graciosa. Ms Boomer lo había dejado bien en claro.

Mi viejo había hecho un trabajo perfecto. El color marrón habano predominaba. La parte de las piernas (y hasta la cintura): medias can-can (creo que se llaman así), son esas que cubren hasta las pies. De la cintura hacia arriba, la clásica mini-musculosa apretada de lycra, debajo había otra tela pero no recuerdo bien. Esta tela, cubría los brazos dejando libre el pulgar de cada mano en forma de guante; y pegada en la palma de cada manopla... una banana de plástico. Sin duda era un disfraz bien logrado.

Y ahí entramos, tiramos nuestro verso en el centro del escenario, dimos media vuelta... y se fueron. El Colorado Matiuzzi y sus amigos se fueron, yo me quedé tirado en el piso.

Cuando intenté girar escuche un “ziiip” y mi pie derecho se enganchó con la cabeza de un clavo mal colocado sobre las tablas. Y me caí. Si. Me caí cuando gire. Me fui de boca al piso, pero mal. Asi “pluuuummm”. La banana de plástico se despegó y vaiveneó hasta los pies de Patricio que la piso haciéndola desaparecer.

Ms Boomer se tapó los ojos mientras murmuraba (me dijo Martín después) “esto no esta pasando”. Pero era evidente que si. Risas por doquier. Ms Boomer no se podía quejar, la gente se estaba riendo pero no de la escena. Pero entre todas las risas, había una que me llamaba la atención. Me di vuelta y encare para aquel inconfundible sonido.

- ¡Vos no re rías, mamá! Vos no te tenes que reír...- y salí corriendo de ahí, el coro de risas fue más grande todavía.

Una historia triste, les dije.

sábado, 17 de octubre de 2009

Breaking away

Mis viejos descubrieron -después de tener 4 hijos- que “como matrimonio” eran unos “mejores amigos” excelentes, así que decidieron “salvar” una amistad que los acompañaba desde los 15 años (larga historia) y se divorciaron. En realidad, luego de varios filtros de analisis llegamos a la conclusión (con Pilar) que fue una lucha entre la vida bohemia y la vida capitalista.

El día que mi viejo se fue de casa alquilo una casa vieja en lo que en Villa Urquiza se llama “la Siberia”. Es el lugar más alejado del centro barrial, donde todavía hay gente en la calle tomando mate y los recuerdos de la “colonización” del ferrocarril se adivinan en casas chorizos y alguna sodería abandonada.

A mi viejo le encantaban tres cosas: jugar al billar, cantar tangos y coser.

Cantando era “bastante bueno”. Se subía al escenario de distintos bodegones de Liniers y San Telmo, y siempre tuvo su refugió en el poco ubicable Billarmonía. Un día le ofrecieron editar un disco, pero el no quiso.

Jugar con el al billar era casi como aceptar el robo con guante blanco. No había forma de ganarle; eso fue algo que yo ya había comprobado a los 15 años. Solamente una persona logro ganarle, "el Francés". Pero esa es otra historia, y ahora no importa demasiado.

Lo que sí importa es que mi viejo era sastre, de esos que usan cositas para pinchar sus alfileres en la muñeca. Y de los buenos, arreglaba la tela como pocos. Nunca nada de lo que cosía se hilachaba.

Por eso, cuando en hicimos la presentación musical de “El libro de la selva”, mi vieja fue con el mejor sastre que conocía para encargarle el disfraz. Mi viejo acepto el desafío de realizar, no sólo mi disfraz, sino el de los 4 monitos que compartían la escena.

Aquel disfraz de monito fue uno de sus mejores trabajos.

Y uno de mis peores recuerdos.

jueves, 15 de octubre de 2009

Más allá de la bomba

Tic tac. Tengo ropa en todos lados y -aunque no lo crean- todo perfectamente organizado. En la casa de mi vieja: ropa de laburo, camisas, pantalones de vestir, zapatos, algún saco. En mi departamento tengo la ropa que -generalmente- uso a diario (jeans, remeras, sweaters). Y en el departamento en el que vamos a vivir con Victoria la ropa de “entrecasa”, joggings, mas remeras, bermudas, havaianas. Bueno, esto no podía seguir así por mucho tiempo. Así que le pedí ayuda a Victoria para ir trasladando bolsas de ropa de un lado a otro. No quiero que diciembre (o enero) nos agarre corriendo.

Odio las mudanzas. Tic tac. Hace algunas semanas que vengo recorriendo el cuarto de la prehistoria de mi vida sacando ropa del placard. Embolsando lo que me voy a llevar al departamento de Belgrano, lo que voy regalar, de todo. Odio los domingos al mediodía en la casa de mi vieja. La cosecha de mujeres, es lo que odio. Pilar con Mica y Maqui. Patricia peleándose con paz como si tuvieran 8 años. Victoria conversando con mi vieja. Y... mi vieja, obvio. Antes era todo más fácil. Ahora, no. Ahora convivo con sistema de precisión perfecto a punto a colapsar, de explotar. Por momentos es todo demasiado genial, pero la bomba esta ahí, yo puedo escuchar el tic tac.

Las mudanzas deben ser catalogadas como la peor tortura a la que un ser humano puede ser sentenciado. Cuando me fui a vivir solo fue todo demasiado fácil: algo de ropa, una cama, una heladera, más ropa, unos platos, un vaso, un abrelatas... tic tac.

Ahora estoy convencido de que las pelotudeces procrean a mis espaldas, siempre hay algo que embalar, algo que guardar, una caja que etiquetar. Voy encontrando ropa que hace tiempo di por perdida. Una remera de X-Files, otra de Wolverine.

- Ya fue, Pablito... hagamos una venta de garage- grita Patricia.
- ¡Pelotuda!- se enfurece Paz- ¡Deja de vivir en otro planeta! Las ventas de garage no existen acá.
- ¡Impongamos la moda!- sonríe Patricia, en su mundo.
- Necesito que esta semana cuides a las chicas, Pablo- sugiere Pilar.- Vamos a salir con Victoria a comprar algunas cosas.
- ¿Me regalas la remera de Wolverine, tío?- pregunta Mica.
- ¿Una remera de Nirvana?- se sorprende Victoria.

Tic tac. El proceso de selección de cosas es interminable, los buenos tiempos... Por supuesto, la excitación del pasado se ve obstaculizada por hechos fortuitos. Todo lo que podría salir mal, efectivamente sale mal.

Todavía hay mucho que hacer y resolver, pero ahora me consuelo a mí mismo con el hecho de que esta costumbre pesadilla para siempre. Pronto voy a ser capaz de establecerse a desempaquetar, hacer nuevos amigos, sentirse como en casa y correr aventuras. Esperemos los próximos meses ir rápido.

Qué es esto?- Victoria, sosteniendo un pedazo de tela marrón.
¡El disfraz de monito!- Pilar, estallando en una carcajada... detonando la bomba.
Le quite el pedazo de tela de un tirón y fui corriendo a la cocina, podía sentir la carrera de tacos y risas detrás mío.

- ¡Mamá! Te dije que tiraras esto...- le dije, arrojando la tela sobre la mesa recién puesta para almorzar- ¡Te dije que lo tiraras!

Y explotó, nomás.

martes, 13 de octubre de 2009

Divididos por la felicidad

De los tres momentos donde pedí al mundo ser tragado por un agujero en la tierra, ustedes ya conocen dos. Los dos me valieron un apodo que nace a partir del suceso terrorífico. Así que fui “Nenita” después de cantar Tomorrow (de Annie) para la play de Cats. Y fui “Naranjito” cuando termine con toda la remera llena de la Fanta de Sandra MuchoTiempo al caer sobre ella en Starlight.

Sin embargo, el primer incidente que marcaría mi camino hacia los papelones monumentales fue el que llamaré (en otro alarde de originalidad) “El disfraz de monito”. Estamos en 6to grado.

- ¡La puta madre, boludo! Me toco un “elefante”- dijo Diego.
- A mí el León- sonrió Martín, y no sé por qué, eso no sorprendió a ninguno.
- ¡El Oso!- gritó Patricio.
- ¡Soy el Tigre! Era el más malo de todos el Tigre- reía Agustín con una carcajada de loco, que luego fue perfeccionando durante los años.- ¿Y a vos, Pablo? ¿Qué te toco?
- Un mono, me tocó… ¡Un mono!- suspiré.
- ¿Pero Baloo o “un” mono del montón?- preguntó Diego.
- Baloo era el oso, Diego- respondí.- El mono “copado” era Bandar Nomeacuerdo… a mi me toco “un” mono cualquiera.

Todos se quedaron mirándome. Agustín empezó la risa general (para variar) que segundos más tarde fue silenciada por la voz de Mrs Boomer -nuestra profesora de música- que nos observaba desde su escritorio.

- Silence, please… Levanten las manos los “monitos”- dijo Mrs Boomer y el mundo se detuvo.

Levanté la mano, alcance a ver otras cuatro manos levantas. Todas de los bancos de adelante.
- Sonaste, Pablo- murmuró Patricio.

El grupo de los “monitos” estaba formado por el Colorado Mattiuzi y sus amigos.

- Para todos, la semana que viene empiezan los ensayos. En Prácticas, van a realizar los trabajos pertinentes a la confección del disfraz (los que quieran); los que no, pueden alquilarlo. Recomiendo la confección, siempre es más barato- Mrs Boomer ultimaba los detalles porque la clase ya estaba llegando a su fin.

Faltaban dos meses para la play Disney’s Jungle Book. Y si bien yo pensaba que los ensayos con el Colorado Mattiuzi y su grupo iban a ser un infierno… todavía faltaba lo peor. Lo único bueno fue compartir el “rehearsal time” con mis amigos. Las miradas cómplices ayudaron mucho.

Les decía, el primer incidente que marcaría mi camino hacia los papelones monumentales fue “El disfraz de monito”. Ocurrió en 6to grado. Teníamos 11 años.

Lo curioso es que este episodio no me valió ningún apodo ipso facto; de hecho... el apodo llegó 26 años después.

domingo, 11 de octubre de 2009

Si esta vida es una farsa

AnaSesina tenía 32 años y vivió la mitad de su vida en un country de San Isidro. A los 18 su papá le regaló un coche, para que pueda ir a estudiar a Capital y volver al barrio privado sin mayores problemas.

Los padres de AnaSesina se preocupaban mucho por la seguridad familiar, sobre todo el padre. Cuando vivían en Barrio Norte, los robaron cuatro veces. El último robo había dejado a la joven Ana con pesadillas durante dos meses. El padre decidió que eso era suficiente y dejaron la Capital con rumbo a la Zona Norte. San Isidro no parecía un mal lugar.

La noche anterior al llamado de Gabriel, AnaSesina saludó al guardia de seguridad que mientras levantaba la barrera de aquel circuito de casas seguras. Estacionó su coupe azul junto al coche de su padre. Antes de bajar del auto, puso en la guantera sus cigarrillos (tenía otro paquete en su dormitorio), la tarjeta magnética de su universidad y… el último analítico de su carrera. Un pedazo de papel donde figuraba que hacía más de un año no aprobaba una materia.

La mamá de AnaSesina estaba en la cocina y preparaba carne al horno, como todos los viernes. Estaba cortando las papas y acomodando la asadera sobre la mesada. Los viernes era el día de no-dieta. La mamá de Ana se volvió fanática de las dietas cuando se instalaron en el country. El padre, del trabajo.

AnaSesina agarró un cuchillo que su mamá usaba para cortar la mala hierba que crecía al costado de la pileta. Entró a su casa y le dio su mamá cuarenta cuchillazos. Los contó, y cuando se dio cuando de lo que había hecho, fue a ver a su padre. Su padre estaba en la hamaca paraguaya que estaba detrás de la casa leyendo un libro de espías. AnaSesina le dio a su padre cuarenta y dos cuchillazos.

La noche anterior al llamado de Gabriel, AnaSesina le declaró su amor a un compañero de cursada, prometiéndole un noviazgo feliz, asegurando que su padre se iba a encargar de “ubicarlo” en su empresa, y amor... mucho amor. No tuvo suerte. Con una risita nerviosa, el destinatario de aquella declaración se alejo por los pasillos de la facultad caminando a paso acelerado.

A AnaSesina le faltan dos materias para recibirse. Llorando sobre el cuerpo de su padre, la encontraron los vecinos cuando el sol estaba saliendo. Así también, la encontró la policia.

- Pobre mina- dijo Malena, acelerando el taxi por Libertador.
- Es una buena noticia- murmuró Gabriel, por supuesto que obviamos los detalles de nuestro “conocimiento de causa” con Malena.

Malena encendió la radio; por mi parte, deje que la música llene el silencio del coche.

viernes, 9 de octubre de 2009

Cuerpo a cuerpo en la comparsa

Dos meses después del incidente del cuchillo salaminero, iba en bondi al trabajo, cuando me despertó el celular.
- Pablo, estoy en San Isidro- era Gabriel.- Venite, tomate un taxi. Hay que cubrir un policial y uno tiene que ir a la comisaría.

Cinco minutos después, me subía a un taxi en Monroe y Cabildo.
- Buenos días... vamos derecho por Cabildo, Maipú... derecho por acá hasta San Isidro- dije sin mirar.
- ¿Tenes cambio?- una voz femenina vino de adelante.
- No se cuanto va a costar el viaje, supongo que sí.
- Mira que no tengo cambio- rubia, ojos celestes, joven.
- ¿Para un viaje tan largo? ¿Me estas jodiendo? Por lo menos decime que puedo fumar en el viaje...- chiste para romper el hielo.
- Si, podes fumar...- sonrió.- ¿Derecho por acá hasta San Isidro?

Mi celular sonó un par de veces durante el viaje, cuando corte por segunda vez, tenía muchas preguntas que hacer, y no sólo a Gabriel.
- ¿Cuántos años tenés?- pregunté.
- 28, si me vas a querer levantar te aviso que todos lo intentan...
- Y no voy a tener suerte, ya se. ¿Qué haces manejando un taxi? ¿No es un poco raro?
- Hace dos semanas internaron a mi viejo por un problema en el corazón, estoy moviendo el tacho yo porque el peón se enfermó, también. Un lio.
- Ah... que bajón lo de tu viejo.
- Todo bien, gracias. ¿Vos sos periodista?
- No, periodista “periodista” no. Laburo en la producción periodística de una radio.
- Me llamo Malena.
- Hola, Malena. Me llamo Pablo.

Cuando llegamos a la puerta del country, la seguridad no me dejó pasar con el taxi. Intenté pagarle pero se me ocurrió una idea mejor.
- Malena, vamos a necesitar movilidad dentro de un rato. Por ahí hasta la comisaria, un par de viajas más y uno final hasta Palermo. ¿Te parece?
- ¡Me parece bárbaro!- su rostro se iluminó.- Te espero acá, entonces- intercambiamos celulares por cualquier cosa, y me fui.

Caminé un poco por las calles del country, escondiéndome entre canchas de tennis y solariums, hasta que encontré a Gabriel con el movil de la radio.

- Acá tenes todos los datos- dijo Gabriel mientras me daba un montón de papeles y unas foto. Miré un poco las fotos, y me quede mudo.- Pablo... ¡Pablo! ¿Qué pasa?
- Gabriel... la mina esta...- le dije señalando una de las fotos.
- Si, esa mina es la del caso...
- Es AnaSesina- le dije. Gabriel supo perfectamente de qué le hablaba, la anécdota de la loca del cuchillo salaminero ya era de dominio grupal. Nos miramos durante un seguno, en silencio.- Contame todo lo que esta pasando acá, Gabriel.

Y Gabriel me contó todo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sacar siempre el diablo afuera

Y la bese.

Intente hacer lo mejor posible. Ustedes hubiera hecho lo mismo. Pude sentir como el cuerpo de Ana se iba relajando entre mis brazos, hasta que apoyo el cuchillo en la mesada nuevamente. Mientras mis manos se apoyaban en los huesos de su cintura, intente hacer un hipótesis mental de su peso y de la fuerza que yo tendría que hacer para sacarla ya mismo de mi departamento. No importaba como.

También pensé que si la cosa se ponía heavy, iba atener que golpearla. Y nunca le había pegado a una mujer. Aunque mirando todo desde la otra perspectiva, ninguna mujer me había apoyado un cuchillo salaminero en el cuello.

Hubiera sido ideal que alguien llame por teléfono. Nadie llamó. Eso fue lo raro. Fue como si en las manos que se jugaron esa noche, Ana hubiera tenido las cartas para ganar siempre. Jugando siempre a ganar. Pude sentir su mano bajando el cierre de mi pantalón.

Una vez más, Ana no se había equivocado. Estaba pensando con otra parte del cuerpo. Siempre tuve una facilidad extrema para la disociación de pensamientos en algunos momentos. Cuando su mano se metió adentro del pantalón me di cuenta que ya no pensaba en rajarla a patadas, ni pegarle, ni pedirle que se vaya... pensaba en cogermela.

¿Y si todo había sido un juego para llevarme a ese punto? ¿Y si a ella le gustaban esos jueguitos? Y si... nada. Una gota salada cubrió mis labios. Ana estaba llorando.

- No llores...- di un paso hacia atrás, ella saco su mano de mi entrepierna. Me subi el cierre y la abrace. Ella se quedó en silencio, entre mis brazos.
- Estas asustado- murmuró sobre mi pecho.- Te va a explotar el corazón.
- Mejor salgamos a tomar un poco de aire- le dije.

Eso hicimos. Caminamos un par de cuadras en silencio, hasta que llegamos a Alvarez Thomas y Monroe y encontramos una remiseria abierta. Ella sola pidió un coche y se fue. Casi sin decir palabra.

Apure el paso para llegar a mi departamento lo más rápido posible. Cerré con llave. Me ardía el cuello, en el espejo del baño me di cuenta que tenía una línea roja importante. Me acosté, pero no dormí nada en toda la noche. Ni tampoco en las noches siguientes.

Durante varias semanas tuve la sensación que un día iba a volver a casa y ella iba a estar esperándome ahí, con su vestido de hombros huesudos, con su mirada triste, con el cuchillo de salamines. Cada vez que llegaba a mi casa, cerraba la puerta con llave, empecé a fijarme más de una vez si estaba bien cerrada. No supe mas de ella.

No supe más de AnaSesina hasta el día que conocí a Malena Tachera.

lunes, 5 de octubre de 2009

Vender cara la derrota

Mi corazón pegó dos vueltas y cayó en un callejón sin salida. AnaSesina saco de su cartera un encendedor Zippo rojo.
- Por suerte, no soy ninguna asesina, Pablo- sonrió y encendió un cigarrillo.- Podes confiar en mí... lo único que quiero es un abrazo.
- Todos necesitamos abrazos, no esta mal- respondí siguiendo todos sus movimientos, su mirada iba y venía de la cocina a la mesa, una y otra vez. Se la veía nerviosa, eso era lo que más me preocupaba.
- Sos arriesgado, hijo de puta. ¿Me hiciste venir acá para charlar? Decime, ¿le dijiste a alguien hoy te encontrabas conmigo?
- No- respuesta equivocada.
- ¿Ves? Yo podría hacer cualquier cosa, robarte, matarte, o cosas peores... Sos arriesgado, ¿y sabes qué es lo peor? Que sos un seductor arriesgado, que pensas con la pija y... me hiciste un chamuyo finísimo pero ahora no tenes los huevos para tocarme...- AnaSesina hablaba sin parar con una furia hiper contenida, su voz era firme y sus palabras eran intensas. Su mirada no dejaba de clavarse en la cocina y en mi rostro.

Por mi parte, mi corazón se había convertido en una piedra llena de taquicardias. Es muy difícil explicar la sensación, se que nunca en mi vida me sentí así. De pronto, no lograba sentir mis latidos; y al segundo siguiente, venían todos juntos como una caída de montaña rusa, como un tren que no frena en ninguna estación. Era horrible. Lo único que me importaba era el método a seguir para sacarla de mi departamento en los próximos 10 minutos.

- No es que no quiera tocarte...- decidí mantener mi mentira cueste lo que cuesta. No iba a ser o quién le diga la verdad, que difícilmente alguien la tocaría. Era fea, desagradablemente fea.
- No mientas más, quiero que me digas la verdad.
- No se que estas esperando que te diga, Ana.
- Que no me vas a besar...- me clavó los ojos, asesinándome.

Había llegado la hora de otro cigarrillo. Me di cuenta que pase lo que pase, yo podría sacarla por la fuerza si quería. Era tan flaca, que probablemente le hubiera roto un par de huesos del brazo. Pensaba en esa posibilidad y sonreí, el miedo se relajo.

- No, Ana... no te voy a besar- le dije.

Fueron segundos que duraron años, les juro. Ana se puso de pie y camino hacia la cocina.
- Voy a tomar agua y me voy- murmuro, ahogando un llanto, la seguí. Se sirvió agua de la canilla, bebió, apoyo el vaso y giro rápidamente. Puse sentir lo que Ana había estado mirando toda la noche desde el comedor. Un cuchillo salaminero (grande, muy grande) apoyándose en mi cuello y las uñas de Ana agarrando mi brazo izquierdo.- Ahora si que me vas a besar... quiero que me beses, puto.

sábado, 3 de octubre de 2009

Caminar por la cornisa

Mi vieja tenía razón. No esta bueno hablar con extraños. Y creo que si mi vieja hubiera conocido un poco más a Pecas hubiera tirado al aire un glorioso “no me gusta esa chica, te va a traer problemas”. Y así fue. La noche en que conocí a AnaSesina, Jorgelina Pecas no apareció en nuestra sala privada de chat. Algunas semanas más tarde, me enteraría que había conocido a una persona y se fini. Por suerte, AnaSesina y yo todavía seguíamos chateando, y dimos el segundo paso: el teléfono. Hablamos durante días, durante horas. Creo que un poco es lo que suele suceder en esta clase de encuentros, hay un cierto protocolo que ninguno de los dos estaba dispuesto a romper. Si bien ella parecía un poco más experimentaba, era cuidadosa al principio. En la sexta llamada teléfonica se invitó sola a cenar a mi departamento. Por supuesto, acepte con la única ilusión de tener una buena cama. Le dí la dirección de mi casa y quedamos para las 23. Puntualmente, con un delay de 10 minutos, AnaSesina tocó el timbre a las 23.10.

No lo voy a negar, la primera vez que la ví me asusté. Era flaca, flaca en el sentido “desagradablemente flaca”, detalle que cobraba vida gracías a un vestido con los hombros desnudos que marcaba todas sus articulaciónes del cuello para abajo. Su pelo era un desastre, negro, pajozo, mal cortado.

Descarté la posiblidad de mostrarle el camino a mi dormitorio en el primer parpadeo. Me mentalicé para tener una reunión, llena de tópicos comunes y dejar que se cumplan 2 horas para inventar cualquier excusa y que se vaya. La escuche hablar sin parar sobre su vida: le encantaban las novelas de misterio, estudiaba Ciencias Económicas, había dejado una carrera de Psicología Forense (algo así), vivía con sus padres menor en un country de San Isidro, su mamá estaba obsesionada con las dietas y su padre trabajaba en una empresa importante y…

- ¿Pensas darme un beso, Pablo?- me preguntó.
- Realmente me gustaría conocerte un poco más, no tenemos por qué apurarnos- empecé a escupir frases hechas sin pensarlas, no tenía ninguna intención en besarla, no quería saber nada.
- Es muy arriesgado lo tuyo… invitar a una persona que no conoces a tu casa. Vivis sólo, es muy peligroso hacer eso- insinuó.- ¿Sabés que pienso? Que te gustan los tipos… Esta todo muy ordenado, muy prolijo. Como si no vivieras acá…
- Soy ordenado- encendí un cigarrillo.
- Ordenado y maricón… ¿Qué pasa si saco un revolver de mi cartera y te robo todo, putito?- dijo AnaSesina metiendo la mano en su bolso.

Las madres nunca se equivocan.

Nunca hay que hablar con extraños.

jueves, 1 de octubre de 2009

Comunicado # 1

A partir de hoy, este blog se va actualizar "día x medio"; es decir, un día si, un día no. Mi vida entró en lo que llamaría "la recta final", me doy cuenta que me colgué con miles de historias que no quería y que llegados a este punto, faltan muchas piezas del rompecabezas. Demasiadas.

Es culpa mía, lo reconozco. Siempre fuí un ser caótico para escribir, pero llegó la hora de le linealidad. Termina la historia de AnaSesina y les tiro un cronograma de esta papelera de reciclaje de palabras. Hay cosas para contar, hay cosas que quiero contar.

Llego la hora de cerrar unos cabos y ser muy lineal.

Llego la hora, damas y caballeros, de los resumenes kilométricos.

Llego la hora, en que las mil y una historias van a caer por el embudo de la sintesis.

Y les aseguro, que no voy a levantar las que caigan en el piso de la cocina.