viernes, 10 de julio de 2009

Nada que perder

Aquella tarde, Billarmonía fue testigo de mi derrota.

Muchas personas que conocí a lo largo de mi vida se pensaban expertas jugadoras de pool (o billar o como sea que se llame ese nefasto juego). Esas personas no conocían a mi viejo. Años de práctica le habían otorgado nervios de acero, mirada de lince y movimientos perfectos a la hora de -como se dice en la jerga- “caminar la mesa”.

Mi viejo tenía dos cosas en claro. Primero, nunca se haría millonario jugando al billar. Y la segunda, no se necesitaba ser un jugador profesional para ganar unos cuantos pesos sobre el paño. Con unos sencillos trucos -que escondía en el doble fondo de mangas imaginarias-, mi viejo podía ganar una cantidad importante de dinero en una tarde. Por eso Billarmonía se había transformado en su segundo hogar cuando se separado de mi mamá. A la siesta, cuando cerraba la sastrería, dedicaba dos horas de su tiempo a vaciar bolsillos de los incautos que entraban a Billarmonía sin saber cómo habían llegado. Ganaba dinero con facilidad; y con la misma facilidad lo gastaba en asados para sus amigos y en salidas con su novia de turno.

Pero yo también sabía que la mejor forma de ganarle una partida de billar a mi viejo era -aunque parezca increíble- no jugar una partida de billar con mi viejo. Realmente fue una pena no hacerle caso a mi conciencia -que gritaba a varias voces- que uno de mis principales problemas a los 15 años (además de tantos otros) era mi incapacidad de disparar una bola blanca en una línea recta. Capacidad (si las hay) primordial a la hora de jugar al billar. Sin embargo, tenía que correr el riesgo. Fue entonces cuando mi viejo desplegó todos sus trucos.

La mayoría de estos ases bien guardados (supe más tarde) con formas tan viejas como aberrantes de condicionar el juego de un rival. Esa tarde, mi viejo las utilizó a todas. Me hablaba en el preciso momento que yo disparaba, cuando mi codo iniciaba el impulso. Dicen los expertos que el cuerpo humano se condiciona a partir de actos reflejo y que una sirena de policía a metros de distancia puede acelerar nuestro corazón en segundos.

- ¿Y Pablito? ¿Estas novio ya? Mira que tenes 15 años... ya es hora- preguntó mi viejo. Si el billar tuviera reglas similares a las del fútbol, mi papá estaba cometiendo la primera falta: hablarle al rival cuando esta por ejecutar un tiro. Tarjeta amarilla.

La tarjeta roja llegaría más tarde cuando caminaba alrededor de la mesa provocando una serie de movimientos de distracción perfectos que asesinaban mi sistema simpático. Pero como el billar no es el fútbol y no hay ningún árbitro que cobre semejantes faltas sin ningún castigo; desde toser en el momento del disparo hasta dejar caer la tiza en el paño. Todos, y cada uno de ellos, ases perfectamente ejecutados para ganar. Y así fue.

- ¿Le estas enseñando a tu hijo a jugar al billar, Luis?- preguntó Francisco desde la barra.
- No, le estoy enseñando a perder- dijo. Mi viejo metió la última bola y sonrió, mirándome como aquella tarde de la bicicleta sin rueditas.

Entonces me di cuenta que mi viejo jamás me iba a ayudar a cumplir el sueño del departamento. Y lo odie con toda mi alma. Esa fue la tercera vez que odie a mi viejo.

Me fui de Billarmonía tragando lágrimas. Lo increíble de todo fue que cuando doblé la primera esquina, sentí como si nunca hubiese ido a ese bar. Olvide la forma de llegar durante años. Y eso no estuvo mal.

No tenía nada que hacer ahí.

26 comentarios:

Unknown dijo...

saber perder es mas importante que saber ganar, palabras sabias si las hay, pero que solo te debes haber sentido.

Pablo dijo...

Angie:
Busque la palabra exacta para cerrar el post, y no venía. Me la trajiste vos en tu commento. Si, muy solo, An.

corinacantares dijo...

ay pablo... imagino tu bronca en ese momento, seguramente no con tu padre... con vos mismo. pero lo intentaste! encontraste ese lugar, te animaste a jugarle el partido a tu viejo... eso es lo importante.
sin embargo, entiendo esa sensacion de soledad.. yo tambien tuve un padre q en muchos momentos lo necesite, busque su apoyo y no me lo brindo.. :(
besos!!!!

Anónimo dijo...

Qué bronca!!! Mi padre se ha mandado de las suyas también, siendo de Racing siempre creí (o quise) que no iba a poder hacerme sentir demasiado mal por Ferro.
Hasta que ferro descendió a la metropolitana... Él es el responsable de que haya aprendido a contener las lágrimas y a no matar a golpes a las personas que me crucé en la vida y me quisieron hacer sentir mal con sus logros, pero sobre todo con mis fracasos.

Beso :)

PinUp dijo...

Pero seguro que volviste...
¿Crees de verdad que perdiste por culpa de sus "malas artes"? O porque realmente eres malo... :P

Muakssssssssssssssssssss!!!!
Un abrazo Pablito :D

Anónimo dijo...

Ay los padres siempre intentando dar lecciones a sus hijos, y creen que lo hacen bien pero noe enfadamos. Eso si, todo lo q nos enseñan nos sirve para el futuro aunque les odiemos. jajaja.

un beso pablo. ten buen fin de semana

Floripondia dijo...

que triste y que feo... que mal.,

besos

Lol-it! dijo...

Tu papá no sabía ganar, solo sabía "estafar" para hacerlo.
Me imagino lo triste que te habrás sentido en ese momento. A esa edad, encima, todo se sobredimensiona: ante la primer piedra, uno imagina inalcanzable conseguir algo.
Lo bueno es que, con el correr de los años, uno va entendiendo mejor algunas cosas, y tambien a las personas; más alla de que algunos comportamientos sean inexplicables.
Besos Pablo, buen finde!

La solitaria dijo...

Me imagino lo mal que te debés haber sentido, imagino que además de defraudado, te habras sentido muy solo.

Anavril dijo...

Está bien enseñar a los hijos a perder.... pero hay formas y formas...no?? Creo que la humillación no es una de ellas.
Que duro que es crecer!! quisiera que la madurez venga en pastilla y no en golpes...

Mauricio Milano dijo...

Y bueno, son perfectamente entendibles esas ganas de olvidar. Si no tenías nada que hacer ahí, cualquier intento de volver sería una pérdida de tiempo. Vos estabas enfocado en tus metas y, de última, eso es lo que te lleva a cumplirlas.

Lor dijo...

Uf que triste Pablis....
Esos recuerdos no se borran mas...
Muchos besos

§ - Wonder Woman - § dijo...

Que decirte cuando soy yo la que hace años, cada día que pasa, algo hace que odie mas a mis viejos.
Pero ese odio, hace que me sienta sola, y que feo es....

Pero esas cosas nos hicieron quienes somos.

Besos!!

Romii dijo...

Tods cmentaron lo mal que te debes haber sentido. Ya lo sé. Si. N te lo voy a recordar.
Me encanta como escribis, No te cases nunca. Jaja. Así no se termina. No.
Besos Pablo , Que sigas genial.

Nico Ferra dijo...

Tu viejo era un buen tipo, sólo que cuando uno es chico a veces no entiende que aprender a perder, es mucho más importante que aprender a jugar al pool...

Saludos!
Escribís fenómeno, insisto.

killer queen dijo...

A veces los padres se mandan cada una!!...pffffffffff
Besos!

Yo NO SOY Cindy Crawford!! dijo...

Es tan difícil entender a los padres a veces...

Soledad Di Pasquale dijo...

Si, es absolutamente difícil entenderlos. Sobre todo cuando uno siente que le estan partiendo el alma el dos... y ellos lo hacen por el bien de sus hijos. Ponele.

Te dejo un abrazo. Que andes bien. :)

Gastón dijo...

Las bolas se hinchan, se rompen, se pierden, explotan y algunas veces hasta pueden hacernos pasar un mal momento si la última la emboca el rival de turno completo.

Por suerte, ya de grandes, aprendemos otros juegos, con las bolas en el lugar que corresponden y disfrutando de ese final de juego.

Abrazo con puntería

Diego dijo...

ES copado..

sobretodo que te enseñen aperder...es de buen padre quizas...


Ya te habia leido...y me gustaba mas que el relato en escencia...la forma en la que describis circustancias chiquitas que dejan en claro la epoca en la que estas parado..


Abrazoo

Lola dijo...

Debe ser bien difícil eso de hacer que los hijos te odien un poco por su propio bien.
Y en esos casos también es difícil ser hijo de esos padres.

Y nada que ver: deberían existir los referís para el pool!
Al respecto, lo que jugaste es al pool, el billar es aún mucho más nefasto!

besos

Inés dijo...

Pablo, cada vez que entro a buscarte te encuentro más guapo y seductor! :P

qué buenos relatos! cuánta ternura desprenden tus letras, te confieso que no puede estar ya sin ellas ni sin ti.

el final es tremendo
muchos besos,

Paula dijo...

Aprender a perder es bueno, Pablo.
La próxima vez estás más atento.
Y te enseña a ser humilde cuando ganás.
Lo mejor de todo, es tener un buen contrincante, que te presente batalla, que no te deje ganar, que te obligue a crear estrategias.

Estamos hablando de juegos (el billar no tiene orificios para las bolas, en cambio el pool sí), pero en algunos casos sirven para la vida misma.
Hiciste bien en tragarte las lágrimas, eso se llama ORGULLO!!!

Besos!!

Lu dijo...

Tu viejo era un capo. No seas llorón.

Mamita dijo...

Bien relatado!

Es increible como el ser humano se las ingenia para eliminar por completo recuerdos que la conciencia rechaza.

Un besito Pablo!

SN dijo...

Esta es una buena respuesta para la frase 'ya se por qué me va tan mal en el pool'
jajaja
un beso pablo
te sigo leyendo :)