martes, 28 de septiembre de 2010

A cada hombre, a cada mujer

Uno de las cosas que me me gusta hacer cuando voy a un lugar nuevo es inventarle historias a la gente. Para hacer esto, primero hay que observar y tener un rapido panorame de cada habitat. Puede ser un banco, una plaza, un shopping, una esquina, una oficina… Una oficina.

- Cuidado con Felicia Oficina- me dijo Elizabeth Veterana, dos días despues de aceptar el contrato.- Es una mala mina.

Casi siete meses después de esta revelación, puedo asegurar que Elizabeth no se equivocó. Aquel consejo fue algo que agradecí en silencio con el correr de las semanas. Empece a cuidarme de Felicia, empecé a estudiarla.

Observar a la gente es un hecho trasncendental y puede llegar a convertirse en una experiencia relajante. Uno puede aprender de cada gesto, cada experiencia o cada situación. Pensar una historia de vida para cada persona, es una buena manera de pasar el tiempo cuando estás en el banco esperando pagar un impuesto.

Felicia es una chica que odia. Tiene el odio en su mirada, en su sonrisa y en sus palabras. Felicia trabaja 10 horas diarias sentada en una oficina, frente a su computadora; todos los días a las doce del mediodía sufre una terrible jaqueca que la acompaña toda la tarde.

Lo bueno que tiene esto, es construir una mecánica de multiplicar historias, una historia te lleva a otra, y a otra. Lo mejor es elegir esos caminos, los que están fuera de la pista, y adaptarse a esa nueva búsqueda.

Felicia Oficina también odia las risas de sus compañeros de trabajo, las risas complices entre mate y mate. No suele hablar con nadie. La mayoría de la gente que trabaja en el piso termina sus tareas a las cinco de la tarde. El primero en irse es Federico Robot. Entonces, Felicia llega a la cúspide de su odio. Todos los días, Felicia los ve irse. A ellos, a Federico Robot y sus amigos, con sus risas amontonadas y corbatas desajustadas. A ellas, perfumadas, cargando sus carteritas diminutas de cuero negro, sus bolsitas de Akiabara y sus tapado gris melange.

Todo el mundo debería tomarse quince minutos por día para observar a quienes nos rodean. Este proceso nos convierte en personas con capacidades ilimitadas de imaginación, capaces de ver el futuro y desarrollar ciertas rutinas. Lo malo de todo esto, es cuando nos damos cuenta que, todo lo que imaginamos es la misma realidad… nuestro propio reflejo.

El primer día sin Victoria me di cuenta de todas estas cosas. Me di cuenta que el único que se quedaba después de las cinco de la tarde, en aquella oficina, era yo… y Felicia.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Desapariciones

- ¡Que susto! No te escuche llegar- dijo Victoria, mientras llevaba al tender de la cocina la toalla con la que terminaba de secarse el cabello. Tenía la bata blanca, como salida de baño, el pelo mojado y ese olor fresco a manzana.
- Victoria…- ella me miro.- ¿Qué hace la valija sobre la cama?
- Me voy a Colonia, vuelvo el martes.
- ¿Qué?
- La Agencia nos manda a participar de unas charlas de diseño multimedial. Me enteré hoy.
- Bueno, no vayas. Quedate conmigo- le dije seriamente.
- No puedo, tengo que ir. Igual no te preocupes que mi sentido de la diversión no pasa por estar 12 horas en un congreso de diseño- me regalo una mirada felina, se venía la garra.- Si bien me encanta mi laburo, a diferencia tuya, preferiría pasar mi tiempo con vos.
Le podes decir a tu jefe que no estaría bien dejar a tu marido solo- me saqué los zapatos.- Es muy probable muera de hambre.
- Son 4 días, Pablo- Victoria doblaba prolijamente unas camisas.- Además, vas a tener tiempo para pensar.
- Hija de puta, lo tenías todo re planeado.
- No, me enteré hoy- suspiró.- Pero es necesario que sepas algo, no me banco más esto. Tenes que hacer algo. Yo se que estás haciendo lo que siempre soñaste, que poco a poco se esta dando todo lo que quisiste. Pero escuchame bien, y no quiero equivocarme, pero yo también soy algo que vos siempre quisiste.
- ¡Cuatro días! ¡Me quiero morir!- me tire en la cama.
- No me estás escuchando.
- Si, Vicky, te escucho… te escucho. Algo voy a hacer- cerré los ojos, estaba pensando, lo juro. Todas las soluciones implicaban tener que dejar algo de lado. Sentí el peso de Victoria hundiéndose en la cama, y de nuevo el olor a manzana fresca me hipnotizó.
- ¿Cenamos?- preguntó, recostándose en mi hombro.
- Quedate un ratito más así- le dije.
- Traje empanadas, supongo que puede llegar a ser la última comida decente que pruebes hasta que yo vuelva.
- En esta casa el único que cocina soy yo.
- No, Pablo, esa es otra de las cosas que dejaste de hacer cuando agarraste el nuevo laburo, sin dejar los otros.
- Dale, ¿otro palo más? Encima que te vas cuatro días dejando a la buena suerte.
- Claro, necesito estar bien segura que si yo me voy, vos te vas a quedar pensando en lo que hablamos.
- ¡Cuatro días!
- Mira el lado positivo, vas a poder hacer lo que te gusta- sonrió Victoria.
- ¿A ver, qué?- pregunté.
- Comer en Burger King, mirar a Jesica Cirio en Bailando por un sueño y… trabajar toda la noche…
- ¡La puta que te pario!

Nos abrazamos fuerte, entre risas. Victoria había manejado la conversación y la situación a la perfección. Puso las cartas sobre la mesa y dejo en claro que esperaba una decisión a su regreso.

Cenamos. También hicimos el amor, y terminamos la noche durmiendo abrazados.

A la mañana siguiente, escuche el timbre del remis que la iba a llevar a tomar el buque. “No te levantes, descansa”, entre sueños y susurros, la voz de Victoria se despedía. Alrededor de las 8 de la mañana, decidí levantarme. Después de ducharme, mientras desayunaba, abrí mi agenda.

“¿Qué son cuatro días a cambio de toda una vida juntos?”, en cursiva, con marcador fibrón negro, la letra de Victoria cruzaba todas mis actividades de sus cuatro días ausentes. Antes de irse, ella dejó en claro que, no importaban las reuniones, ni las corridas laborales, no importaba nada en esos cuatro días. Excepto, sí; una sola cosa: nuestro futuro.

martes, 21 de septiembre de 2010

Yo quiero morirme acá

A ver, en principio, me gustaría dejar en claro algunos detalles históricos sobre el matrimonio. Antes que el mundo fuera como todos lo conocemos ahora, el matrimonio era la unión de dos almas que -decían- ni la muerte misma podía separar.

Citaré algunos ejemplos para ilustrar esta cuestión. Dicen que los vikingos quemaban a sus guerreros con sus esposas, que se mostraban muy dispuestas al suicidio asistido. A los guerreros solteros, se les proporcionaba una esclava, aunque no tan dispuesta (creo). Los hindúes, por otro lado, practican el ritual de Sati. En este rito, la mujer que enviuda recientemente debe inmolarse en la pira funeraria de su difunto marido.

Ahora bien, en la realidad, la mayoría de nosotros creció escuchando otra cosa. “Hasta que la muerte los separe”. Esta frase es pintoresca, no deja de tener cierto candor poético.

Llegué al departamento a las diez de la noche. Victoria no respondió ninguna de las dos llamadas que realicé. El celular estaba apagado. Abrí la puerta, y me tranquilizó escuchar algunos ruidos que venían de nuestra habitación.

Victoria estaba en el baño, sobre la cama matrimonial, había dos valijas y algo de ropa. Las puertas del placard estaban abiertas, trabadas con cajones mal cerrados.

“Hasta que la muerte los separe”. Hay detalle teórico que las estas dos concepciones de “muerte y matrimonio” no tuvieron en cuenta. ¿Qué pasa cuando lo que se muere primero es el amor? No había respuesta para esto.

O si, porque la estaba descubriendo en ese mismo instante. Mi corazón se detuvo, lo juro; sentí el freno de mano de mis latidos. Durante esos segundos, no puedo precisar cuántos, estuve muerto.

La puerta del baño se abrió. Ahí estaba Victoria.

viernes, 17 de septiembre de 2010

martes, 14 de septiembre de 2010

Desarma y sangra

Probablemente, tendría que haber hecho lo que la mayoría de los hombres harían en una situación como esa. En teoría, lo primero que hacen todos los hombres cuando su novia (o esposa) intenta dejarlos es -por supuesto- intentar convencerla verbalmente que se quede. En estas ocasiones, la mayoría de los hombres preparan un largo y emotivo discurso sobre la posibilidad de ser “el hombre adecuado para ella” y sobre por qué ella esta “cometiendo el mayor error de su vida si se va”.

- ¿Y que hiciste?- preguntó Mariana Pizza, mientras colocaba edulcorante en su café con leche.
- Nada.
- ¡Sos un pelotudo!
- Esas cosas no funcionan, Mariana. No voy a salir corriendo a buscarla al laburo y decirle que la quiero, que sarasa... Esto no es el fin del mundo.
- ¿Seguro?
- Seguro- suspiré.- Esto no es el fin del mundo.

Hay muy pocas cosas que hay que tener en cuenta cuando una relación esta tambaleándo hacia el desastre. Lo primero que hay que considerar es que “no es el fin del mundo”. En mi caso, esta premisa funciona como una especie de auto-engaño que da cierta confianza y logra mantenerme calmo. Y en esa calma, poder pensar.

- ¿Y qué vas a hacer?- el que hablaba era Gabriel, ahora.
- Eso, ¿qué vas a hacer?- presionaba Mariana.
- Lo que mejor se hacer...
- ¿“Hacerte el boludo”?- dijo Mariana, y buscó la complicidad de Gabriel.
- Y...
- Creo que esa no es una opción copada, Pablo- aconsejó Gabriel.- Construiste algo re lindo... no podes dejar que las cosas “te pasen”. Tenes que hacer algo.
- No se manejar estas situaciónes, Gabriel- busqué una escusa.
- Organizate, boludo, organizate, por una vez en tu vida. Elegí laburos, prioriza.
- Todo es importante; y eso vos lo sabes.
- Esto es mas importante- Gabriel buscó la hora en su celular.
- Acá esta lo mío. Un café con leche, tres medialunas- Mariana dejo la plata sobre la mesa.

Salimos de La Opera, encendí un cigarrillo. Mariana Pizza se perdió en Callao rumbo a Córdoba. Gabriel se fue por Corrientes hasta el Paseo La Plaza.

Yo encendí un cigarrillo, y camine hacia Rivadavia, por Callao.

Llame a Victoria al celular, y lo tenía apagado.

Eso no era una buena señal.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Blues de la amenaza nocturna

Siempre fui muy analítico con el “amor”, muy de criticar todo. Para mí, el enamoramiento es un estado de ánimo, un desencadenante de lo que llamamos "amor". Esta experiencia, el “amor”, puede ser compartida o no por la otra persona. Si esta persona, responde a nuestro deseo amoroso; en el ida y vuelta, aparece: la magia.

En esta etapa, no parece haber barreras ni límites para los enamorados; es como si nada tuviera más sentido que ellos mismos. Acá encontramos por primera vez, la noción de: espacio relativo. "El mundo deja de ser el mundo y se sucede a -el mundo sin vos-".
Esto quiere decir, y es lo que generalmente sucede, que el enamorado puede sentir sensaciones de frío, calor, tener taquicardia, ponerse a temblar, ponerse colorado ante la presencia de la persona amada o con solo oír su nombre. Se vive con mucha intensidad, pero también con muchísima inseguridad. Uno puede llegar a sentir, desde la alegría más absoluta a la tristeza más profunda, cuando ese “mundo sin vos” está en juego.

El martes pasado llegué a mi casa a las dos de la mañana, cansadísimo, con un asqueando olor a cigarrillo, y el hombro torcido por el peso de la notebook. Victoria no dijo nada, pero su cara aventuraba la posibilidad de una lista enorme de reproches.

- Ya se, ya se…- fue lo único que pude llegar a decir.
- Esto no va más, Pablo. Estoy cansada de no ser ni siquiera una segunda opción. - suspiró Victoria.- Tenes un problema serio con el laburo… tenes que aprender a decir “no” porque ya no aguanto más. Vas a tener que elegir, o el laburo o nosotros.

Ese fue “mi” momento, cuando el “mundo sin vos” se estaba rompiendo. Cuando mi mundo sin Victoria se transformaba en nada. No dije ni una palabra, me acerque y apoye mi cabeza en su hombro, hundiendo un suspiro largo. Sentí un beso suyo en la frente, mientras sus manos me quitaban los lentes. Me quede dormido.

Cuando me desperté, ella ya se había ido.

martes, 7 de septiembre de 2010