lunes, 30 de marzo de 2009

Piñas (argentinas) van…

Los amigos del novio de Lucinde eran tres, lo que nos daba un total de cuatro tipos que parecían escapados del gimnasio más cercano.

La cara de Patricio se estaba encargando perfectamente bien de dos de los negros en cuestión. Yo me estaba haciendo el muerto y recibía la cuarta patada del novio de Luciende que, aparentemente, intentaba resucitarme de alguna forma.

Antes de cerrar los ojos, pude ver como Diego se tiraba sobre el cuarto secuaz. Diego es un tipo muy sucio cuando pelea, así que el pobre negro tenía los minutos contados.

A esta altura de los acontecimientos, el que peor la estaba pasando era Patricio. Hacia él fueron Martín y Alejandro, mientras Gabriel intentaba sacarme de encima al novio para llevarlo a un veterinario. Richard, fiel a su estilo, intentaba separar a Patricio de los dos negros… ¡agarrando a Patricio! Mala idea, porque lo único que lograba era que Patricio siguiera recibimiento trompadas para regalar.
- ¿Qué haces, boludo? ¡Agarra al negro, Richard!- grito Martín.
- ¡Al negro, Ricardo! ¡A Patricio, no!- puteó Alejandro.
- ¡Es que lo quiero sacar para que no le sigan pegando!
- ¡A los negros, boludo! ¡A mi, no! ¡Soltame, Richard!- alcanzo a decir Patricio antes que otra piña le cierre la boca.

- ¡Deja de hacerte el muerto, pelotudo!- dijo Gabriel.
- No veo nada… no veo nada…
- ¡Es porque estas boca abajo, infeliz!
- Si me pongo boca arriba el negro me mata- intente justificar mi cobardía mientras seguía recibimiendo patadas.
- Ayudame… que no lo puedo controlar- pero no fue necesario. Diego le terminaba de encestar una patada en los riñones. No quise mirar como había quedado el otro negro, pero el novio de Lucinde grito de dolor. Eso fue bueno, era humano después de todo.
- ¿Qué haces acá?- le pregunté a Gabriel que estaba sobre la arena al lado mío.
- Ahora que esta Diego me hago el muerto, boludo. Me hizo mierda el negro ese… Mira como me dejo el ojo. Mira…
- No tenes nada, maricón.

- ¡La Policia! ¡Rajemos!- grito Richard.

Y todos le hicimos caso. El novio de Lucinde y sus amigos, también.

viernes, 27 de marzo de 2009

Piñas (brasileras) vienen...

Lo realmente irónico fue que, si bien había mordido una manzana, después de la trompada lo que estaba comiendo era otra cosa... arena. Más o menos así. Tirado en el piso, el negro me bajo de una trompada. Flojito, y si. Igualmente triangule en cuatro patas tratando de salir del torbellino de piernas que había alrededor mientras pensaba... Y les aseguro que pensaba mucho, claro.

"¡Tiene que tener 16 años!" No había otra explicación, fue primero que pensé. "¡Un policía me acaba de tirar un choclazo!" Lo segundo fue un poco más rebuscado… Pero sólo un poco. "El novio de Lucinde es policía, claro. Lucinde tiene 16 años, y..."

Me atraparon con las manos en la nena y... podría ser. Pero obvio, todo esto no era mas que producto de la trompada que me dio el negro. Ahí estaba yo, tirado en el piso totalmente bobito.

¿De dónde mierda había venido el choclazo?

Entonces, mientras yo suponía que había sido atrapado haciendo algo ilícito por el novio policía de una brasilera de 16 años sentí que una mano me levantaba por el aire, y me calzaba otro golpe en la boca del estómago. Genial.

Había algo en mi boca. ¿Manzana? ¿Un diente? ¿Choclo?

Creo que el negro me pegó las peores piñas que recibí en mi vida. Bueno, las únicas. Me sentí casi tan frustrado como cuando en 3er año el Colorado Mattiuzi me robo dos pesos para comprarse un alfajor y una gaseosa en el recreo largo. Cuando en aquel momento me acorde del Colorado Mattiuzi me di cuenta que me estaba por morir. ¡Estaba viendo mi vida pasar delante de mis ojos! Solamente faltaba la bicicleta Aurorita que mi viejo me regalo cuando tenía 7 años... Que épocas...

Lo único que podía... (Es increíble la cantidad de pensamientos y visiones que tiene un tipo en las puertas de la muerte). Bueno, lo único que podía ver era que Lucinde y su amiga gritaban y le tiraban papas fritas al negro. Básicamente, esto era como tirarle copos de algodón a un Panzer. En otro parpadeo, pude ver que Patricio la estaba pasando tan mal como yo. Si, el negro tenía amigos.

Y lo último vi (antes de dejarme llevar por el dolor y pensar que lo mejor era cerrar los ojos y que el negro piense que me había matado) fue la llegaba de la caballería.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Manzanas, rebotes, choclazos y tempestades

En el puesto de los choclos y las manzanas, Patricio se pidió un choclo mientras yo intentaba decidirme por algo.

- Me gusta tu cuerpo- escuche en un portugues perfecto atrás mío. El destinatario del piropo era Patricio. Dos chicas, muy bronceadas y bien morochas, una de ellas hablaba.- Sos muy flaco.
- Es mi metabolismo- dijo Patricio riendo.- ¿Qué esta comiendo tu amiga?
- Un delicia de la playa, fruta asada, manzana.
- Mi amigo no se decide- gracias Patricio. Lo que Patricio acababa de hacer es una jugada preparada (y que algún día voy a explicar), casi de pizarrón, que los hombres llamamos “El Efecto Rebote”.
- Me llamo Gelly, y mi amiga Lucinde- dicho esto, la impresionante (a esta altura) Lucinde, con más curvas que la Panamericana, me agarra la cara como si estuviera por darme un beso y acerca su manzana a mi boca. Cuando yo muerdo, ella muerde también y me da un beso.
- Me llamo Lucía, me dicen Lucinde- dijo mientras me besaba con gusto a manzana y un choclo me pegaba en la cabeza.

- ¡Lucinde!- gritó Gelly.- ¡Tu novio!

- ¡Un choclo!- Patricio, girando.

Después del choclo, vinieron las trompadas...

Con ustedes... Lucinde, tempestad brasilera con pocas probabilidades de despejar.

lunes, 23 de marzo de 2009

El metabolismo no es sólo brasilero

- Miren el cuerpo de ese negro- dijo Diego, casi indignado. Richard, Martín, Patricio, Gabriel, Alejandro y yo, miramos hacia el morocho en cuestión.
- Tiene muchas abdominales- respondió Gabriel y siguió durmiendo bajo el sol.
- Es por la fruta, Diego- especuló Richard, siempre dando en la tecla.
- ¿Por la fruta?
- Claro…- Richard se incorporó y mira a su alrededor.- Es que acá venden mucha fruta, y mucho choclo. Mucha manzana, mucho choclo. Eso te acelera el metabolismo, y como estas caminando todo el tiempo por la playa… gastas calorías. Comes más, gastas más, tenes más abdominales.
- Chin pum- dijo Gabriel.
- Todos los brasileros son musculosos, todas las brasileras están buenisimas y deben coger como los dioses- suspiré.- La pregunta es… ¿Qué posibilidades tenes con las brasileras con tanto morocho musculoso dando vuelta? No digan nada… Voy a comprar una de esas manzanas…
- Te acompaño, yo también quiero generar “más calorías para tener más abdominales”- Patricio, riendo.

Faltaban 15 minutos para que comenzará El Caso Lucinde.

viernes, 20 de marzo de 2009

El primer año de Paula Miano

Paula Miano no era la más linda del colegio, eso ya lo sabían. Pero era agradable, y se convirtió en la mejor amiga de todos. Esta no fue una tarea fácil para ella. Tenía un apellido que ameritaba la rima fácil y eso fue lo peor que le pudo pasar. Le hicimos la vida imposible los cinco años del secundario. Los cinco años y ella intentando ser una más de nosotros... una más del grupo...

El “temita” con su apellido no sucedió en el primer día de clases, tampoco en el segundo... Fue durante el tercer día de clases de 1er. Año cuando empezaron a escucharse las rimas cuando pasaban lista. La gracia de cada día era llegar a la escuela y gritar con una rima nueva. Así durante 5 años. Ese fue el calvario de Paula Miano. Y estos fueron sus años en el colegio...

La realidad es que llegar a un colegio doble escolaridad en la secundaria es realmente un calvario. Sobre todo cuando la mayoría de la gente con la que te vas a encontrar se conoce desde primaria. Paula era “la nueva”. Nunca le dimos importancia, era la nueva, era el blanco fácil, tanto de chicos como de chicas. Y ella siempre con su sonrisa y esa mirada de buena, de buena gente, esa mirada sin maldad.

- Dejen de joder a Paula, se están pasando- nos dijo Pizza Girl en un recreo. Fue peor, obvio. Generalmente esas cosas nunca funcionan. Y durante la hora de física le dimos duro y parejo.

- Entonces, chicos... el metro es definido en referencia al segundo y la velocidad de la luz... El metro es una fracción de un meridiano que...- decía la señora Helena Marie Smitrovich.
- ¡Merimianooo!- grito Martín, y el coro de risas fue increíble. Todos se reían. Todos no, Paula no. Pizza Girl, tampoco.
- Chicos, por favor... ¿Podemos seguir?- silencio y la vieja de física seguió.- Entonces, la luz... es una energía electromagnética radiante capaz de ser percibida por el ojo humano y...
- ¡El ojo Humianoooo!- Patricio... y más risas.
- ¡Basta, chicos!- grito la profe, igualmente ya era demasiado tarde.

Paula Miano estaba llorando.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Degustación avanzada de discusiones

Volviendo al lio con Jorgelina Pecas, mi bolso nuevo, mis lentes nuevo y el kilombo en el hall de mi edificio.

- Me debes un vino- dijo Jorgelina.
- ¿Un qué?- yo, sin entender nada.- ¿Estas loca? me rompiste los lentes. ¿Y qué mierda haces con un vino a las 10 de la mañana?
-¡Pablo!- Patricio golpeando la puerta del edificio.
- Soy enóloga y catadora profesional- me miró seriamente.- ¿Vos sabés lo que cuesta ese vino?
- ¡Catadora profesional, dejate de joder!
- ¿Qué tiene? Estaba por degustar el vino para una sesión de bouquets que tengo en mi escuela hoy a la noche.
- No me interesa.
- A mi me interesa que pagues el vino que me rompiste por ser tan torpe- respondió Jorgelina Pecas.
- ¡Pablo, el avión!- Patricio con la desperación en cada grito.
- ¿Vos sabes lo que pague estos lentes?- mientras juntaba los cristales con una mano, y sostenía el marco con la otra.
- ¡El avióoon, la puta que lo pario!- creo que Patricio estaba por llorar.
- Es un Monica de Sardegna, un vino italiano carísimo.
- Mis lentes también son caros- empecé a buscar mis lentes diarios.- ¿Podes cortar con los gritos?
- Perdemos el avión… apurate, carajo- pude escuchar la voz de Patricio quebrándose.
- Me debes un vino, acordate- decía la avasallante Jorgelina.
- “Si, claro”- intenté algo de sarcasmo, mientras levantaba mi bolso para ir saliendo, y ahí me dí cuenta que estaba chorreando vino por un costado.- ¡Mi ropa!

Voy a ahorrarles las imágenes de Patricio casi arrodillado del otro lado del vidrio rogándome que deje de discutir con Jorgelina Pecas. Otra imagen interesante fue la del portero cuando vió el desastre que era el hall, sumado al olor a vino por todos lados. El preinfarto de Patricio cuando le dije que tenía que cambiar de bolso y buscar algo de ropa más seca, también. Entonces…

Una hora y media hora más tarde, y después de pasar por la casa de mi vieja para cambiar el bolso, y buscar ropa seca y sin olor a vino, tomamos el avión.

Destino: Brasil.

lunes, 16 de marzo de 2009

La dieta, el “ejem” y los mensajes del contestador

Ayer a la noche, Victoria se quedó a dormir en casa. Y más o menos a las 3.30 de la mañana...

- Victoria... Victoria... correte, Vi.
- ¿Qué pasa; Gor?- cuchariteando.
- Que no cucharitees... no puedo dormir si cuchariteas antes de que me duerma... Tenes que cucharitear después, así estoy dormido y no siento nada.
- ¿Por?- cuchariteando más.
- No hagas eso...
- Qué?- cuchariteando mas, de nuevo.
- Eso... eso que estas haciendo, no cucharitees porque me dan ganas de “ejem”, y no puedo “ejem” ahora porque estoy cansado, tengo sueño...
- Hay unas pastillitas azules que...
- Ufs...que graciosa- me di vuelta para el otro lado. Espalda contra espalda en silencio.

- ¿Pablo?- Victoria, díez minutos después.
- ¿Mmm?- zeta zeta zeta.
- Me olvide de decirte... hoy cuando vos te estabas bañando... escuche los mensajes del contestador.
- ¿Cómo?- la mire.- No escuches mis mensajes, Victoria. No podes hacer eso.
- Si, ya se, pero tu vieja me paso un teléfono de una chica que hace souvenirs e invitaciones, y me dijo que había dejado teléfonos en tu contestador. Así que aproveche y lo quise levantar...
- Mi vieja, souvernirs, contestador... No escuches mi mensajes- no podia salir nada bueno de esa combinación.
- Tenías un mensaje de Laurita Mística- dijo Victoria.- Dice que en el Multigimnasio de Colodrero y Monroe hay una promoción con tarjeta... que por ahí te podía interesar.
- Uhmmm...
- Y también dice que mires tu mail porque te mandó una dieta no calórica muy buena.
- Ah... mmm...
- ¿Ibas a empezar dieta con gimnasio y no me dijiste nada?

Touché.

viernes, 13 de marzo de 2009

El verdadero problema

Con el tiempo y mirando todo en perspectiva, lo que sucedió aquella mañana no fue culpa del “Battlecat” de los bolsos, tampoco fue culpa de mis lentes oscuros con aumento, y mucho menos tuvo la culpa mi poco dominio a la hora de armar un bolso de viaje.

Lo que realmente enkilombó todo fue la caja de madera. La caja de madera, sí. El problema fue una caja de madera (rectangular, de unos 25 centímetros a ojos-vista) que Jorgelina Pecas llevaba entre sus brazos, y que alcance a ver caer justo cuando me quitaba los lentes y… Bueno, eso fue lo último que ví.

Mas allá de que probarse unos lentes oscuros en un ascensor con luz artificial a las diez de la mañana no es una buena idea. La raíz de todo, como bien decía mi profesora de física en el secundario, esta en la física. ¡Cuanta razón tenía la señora Helena Marie Smitrovich! Cuanta razón tenía esa vieja… Claro, si hubiera prestado atención a alguna de sus clases hubiera entendido todo. Pero no.

Entonces ahí estaba yo, preso de mi miopía mientras la luz del sol me golpeaba en la cara, generando un montón de puntitos blancos y negros, seguido de un parpadeo persistente para tratar de acomodar mis ojos a la nueva iluminación. Dando pasos ciegos hasta tropezarme con mi propio bolso y caer contra una pared del hall del edificio. Como ya saben, el tema de mis reflejos es otro problema. “¡Apoya la mano, apoya la mano!”, gritaba mi instinto de supervivencia. Y eso fue lo que hice, solamente que apoye la mano que tenía mis nuevos lentes oscuros con aumento. Que en paz descansen, por supuesto. Se rompieron entre la pared y mi mano, casi al mismo tiempo que la caja de madera que llevaba Jorgelina Pecas caía al piso, rompiéndose todo (incluso lo que llevaba en su interior) en pedazos.

- ¡Mis lentes! ¡La puta madre!- murmuré.
- ¡El Mónica di Sardegna!- gritó Jorgelina Pecas mirando su cajita rota.
- ¿Lo “qué”?- pregunté, aunque en realidad no quería saber la respuesta.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Las boludeces pesan

Para aquellas vacaciones en Brasil hice dos adquisiciones importantes. La primera un bolso enorme. Digamos, el “Battlecat” de los bolsos. Y la segunda, mis primeros lentes oscuros. Bien… se que necesitan explicaciones. Ahí voy.

Cuando tenía 15 me dijeron que tenía que usar lentes porque tenía una miopía bastante importante. Es por eso que nunca en vida hasta esas vacaciones había usado lentes oscuros porque ya bastante tenía con los de aumento permanentes. Pero "aquellos" lentes oscuros eran especiales... ¡tenían aumento! Y así me costaron, una pequeña fortuna. Nada grave, no tuve que comercializar ningún órgano importante para poder comprarlos. Pero bueno, era Brasil… y daba hacer esa inversión. Pura actitud.

Entonces salía yo de mi departamento, después de escuchar el timbre de Patricio, con mi bolso y mis lentes oscuros (si, no aguante y me los puse en el ascensor) mientras pensaba “que tipo fachero ese que me esta mirando en el espejo”. La puerta del ascensor se abrió, agarre el bolso con un fuerte balanceo hacia delante y… la manija de “Battlecat” se rompió.

Por supuesto que un bolso tan pesado y tan lleno de cosas no iba a practicar snowboard en un pasillo. Así que solamente hizo un vuelo corto de cabotaje para terminar en los pies de una chica que estaba esperando el ascensor.

- ¡Aaaay!- gritó la chica; claro tenía sobre sus pies mas o menos 20 kilos de ropa y boludeces. Y las boludeces pesan, sobre todo cuando uno se va de viaje.
- ¡Uy!- dije, sin entender nada.
- ¡Aaaay, mi pieee!- volvió a gritar mientras me quitaba los lentes. Mis nuevos lentes oscuros con aumento. Lo único que me ataba al mundo de la percepción. Estemmm...

Mala idea.

Con ustedes… Jorgelina Pecas.

lunes, 9 de marzo de 2009

Verano de azucar

Un día, hace 10 años (más o menos), sonó el teléfono.

- ¡Pablooo!
- Diego... ¿Qué pasa? Mira que viajo mañana... ¡Ojo con lo que vas a decir!- sinceramente, esperaba lo peor.
- ¡Estamos en Canasvieiras!- la felicidad de Diego era evidente.
- ¿Cómo en Canasvieiras? Los mató, boludo... ¿Cómo mierda llego ahí?
- No importa... eso lo vemos después. ¿Adivina?
- No me digas nada: ¿en Canasvieiras hay brasileras, verdad?- le dije, intuitivo.
- Brasileras posta, Pablo- Diego respiró profundo.- Posta, posta.
- ¿Hay esperanza?
- Hay esperanza, Pablo.
- ¡Están fuertísimas las brasileras!- Diego, la felicidad hecha turista.
- ¡Me pones tan contento que me aprendería una canción de Charly García en vasco, Dieguito!- grite
- ¡Brasileraaas!- gritó Diego, y me cortó.

Todavía faltaban 8 días para el Caso Lucinde.

Y un día para que conozca a Jorgelina Pecas.

viernes, 6 de marzo de 2009

Tema uno, tema dos

Paula Miano... mira vos.

- Chupame el gusanooo... ¡Mianooo!- seguía Martín.
- Te acostaste tempranooo...- le dije.
- Esa no tenía gracia- me dijo, pero yo ya lo sabía. En realidad, tenía que lograr que Martín se me regalara un silencio o íbamos a estar así todo el día.
- Peor era la del soprano...- recordé.
- Es verdad... ¿Esa la inventó Diego, no?- preguntó Martín.
- Si, fue Diego. En fin...
- Toda la secundaria bardeando a la pobre mina- Martín, suspirando.
- Éramos jodidos...- hice memoria.
- Si... los cinco años...
- ...- suspiré.- Si, éramos los peores.
- Que fea que era, pobrecita.
- No era fea... "tenía una belleza especial"- reí.
- Para vos todas las minas tienen "una belleza especial", Pablo. Altas, bajas, gorda,s flacas, rubias, pelirrojas... Sos un bichero.
- Ah, no, esa no te la permito... Los que no salímos lindos de nacimientos como vos, pedazo de puto, con esos ojitos, con el físico de Brad Pitt en Troya, tenemos que remar todo con la onda. Y "la onda" implica, precisamente eso... no hacerle asco a nada, forro- odio cuando me dicen bichero.
- ¿Pablo?- cauteloso.
- ¿Que?- la ví venir de lejos.
- Paula Miano esta fuertísima ahora.

Me lo temía. Suele pasar.

Ya es hora que les cuente sobre Paula Miano, lo sé.

miércoles, 4 de marzo de 2009

En la piel llevas el mar

Un día, hace 10 años (más o menos), sonó el teléfono.

- ¡Pablooo!
- ¡Diego! ¿Cómo llegaron? Ya tengo el pasaje, salgo dentro de tres días.
- Escuchame, de eso te quería hablar: Brasil es un mito. ¡Hace 5 días que estamos acá y lo único que vimos es un grupo de minas de La Plata- Diego me hablaba con una mezcla de indignación y frustación.
- ¿No hay brasileras?- pregunté sorprendido.
- ¡No!
- ¿Pero estas seguro que buscaron bien? Es Brasil... las vacaciones soñadas. ¡Busquen bien! ¡Brasileras!- no lo podía creer, obvio.
- Mira... Ferrugem es como estar en Pinamar, nada más que lleno de cordobesas... No se, se ve que había una promo que se vinieron todas para acá.
- Las cordobesas me encantan- murmuré, pensando que todavía había esperanza.
- Pablo... no vinimos a Brasil para levantarnos cordobesas. ¡Quiero a mi negra brasilera! ¡Quiero bailar el “samba horizontal”! El “sucundun del sexo”...
- Calmate, Diego.
- Además, no te dan bola. Para levantarnos un grupo de minas remándola, nos hubiéramos ido a Gessell como hacemos siempre...- Diego, enojado y nervioso.
- Pero boludo, ya tengo el pasaje. No me digas eso ahora... ¿Qué queres? ¿Qué me quede?
- Y bueno... venite igual, pero yo te avisé- me advirtió Diego.
- ...- silencio, pensando.
- ...- silencio, Diego puteando por lo bajo.
- De última, hay cordobesas de sobra...- le dije, esperanzador.
- ¡La put#@*remil, Pablo! Repetí conmigo: “si estamos en Brasil, queremos brasileras”. Repetí...
- Pero las cordobesas me encant...- intenté levantarle el ánimo (y el mío también).
- Repetí, Pablo- insistió Diego.
- Queremos brasileras... queremos brasileras.
- Gracias, te veo en tres días- y me cortó.

Todavía faltaban 10 días para El Caso Lucinde.

Y tres días para cruzarme a Jorgelina Pecas.

lunes, 2 de marzo de 2009

Cabezazos, "la lista", mentiras y teléfonos

Para que todos entiendan por qué todavía seguía emperrado en perseguir a la rubia, vamos a ir por partes. Eramos jóvenes (y no tanto) y lo que mejor hacíamos cuando íbamos a bailar solos, era perseguir chicas por todos los rincones del boliche. Y lo hacíamos por una sencilla razón... una razón que ustedes van a recordar como "la lista". ¿Y qué mierda era "la lista"? Bueno, para saber eso... van a tener que esperar un poco más. Por lo pronto, volvamos al incidente del cabezazo, del vómito, del...

Un cabezazo, un vomito. “Por lo menos, espero que cojas bien”, pensé mientras intentaba que la rubia mantuviera el equilibrio.

- ¿Cómo te llamas?- pregunté
- María.
- Eso es bueno, sabes cómo te llamas. Bien... A ver, María. ¿Queres tomar aire? ¿Salimos?- me dio un “si” sin hablar y una sonrisa.

Pedí en la barra una Seven Up con limón y salimos de Follia. María Cabezazo tenía la peor borrachera de su vida. Por suerte para mí, mis amigos me vieron salir con ella. Para ellos, abrazándola. Para mí, ayudándola a caminar. Tomamos un taxi mientras ella llamaba a sus amigas para avisarles que no la busquen, que se iba a su casa, que... Hicimos parar el taxi dos veces para que ella siga vomitando.

La lleve hasta su casa y en el umbral intercambiamos teléfonos.

Al otro día les dije a mis amigos que me la lleve a un telo, por supuesto. ¿Qué esperaban? Los hombres somos así.

Tres días más tarde la llame y nos encontramos a tomar un café. Pero esa es otra historia.